martes, 6 de julio de 2010

Siempre se ve algo nuevo: Lance rodando solo.


Tenía razón Armstrong, la etapa de hoy fue una confusa carnicería en el pavé, pero él, lejos de beneficiarse, no sólo perdió, creo yo, toda opción al tour (que en realidad no tenía muchas), sino también a reeditar el podio que hizo el año pasado (no creo que en la montaña pueda recuperar minutos a gente como Contador, Schleck o Evans). De hecho, pudimos ver una imagen inédita (salvo, claro, en los últimos kilómetros de los puertos más exigentes de alta montaña), Lance Armstrong absolutamente solo tratando de conectar con un grupo que pudiera llevarlo hasta la meta. La cara del tejano al llegar, toda llena de polvo negro, una epecie de camuflaje del ejercito de la derrota, y su forma incómoda de pedalear por momentos, no parecen presagiar lo mejor.

Por otro lado, supongo que los directores de los equipos estarán regañando a sus muchachos y diciéndoles: "vieron cómo no hay que esperar a nadie". Lo de hoy fue paradójico: el caído de ayer, Andy Schleck, y el que hizo que todos esperaran cuando podían haber sacado ventajas, Fabian Cancellara, aprovecharon la confusión de la caída nada menos que del hermano del luxemburgués, Frank, para consolidar una ventaja que devolvió el maillot jaune al suizo (Chavanel tuvo la desgracia de pinchar dos veces) e hizo que Andy recuperara los segundos que perdió en la contrareloj con respecto a los favoritos.

Pero más allá de todo eso, me parece que el gran beneficiado de esta etapa, más que Schleck, fue Cadel Evans, que logró, calladito, llegar con los primeros y le sacó 20 segunditos a Andy, un minutito a Contador y casi dos a Armstrong; que ya sé, no es nada, pero es algo.

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