Mañana arranca el Tour y pocas veces alguien fue tan favorito, en la previa, como Alberto Contador este año. Pero bueno, el tour es el tour y todo el mundo (todo el mundo) lo quiere ganar. Sus rivales han hecho buenas preparaciones y la mesa parece estar servida para un buen espectáculo. El segundo puesto de Armstrong en la vuelta a Suiza terminó de poner la cereza en el plato (la misma que había quitado la gran victoria de Contador en el Alpe d'huez en la Dauphiné Liberée). De todas formas, da la sensación de que el único que le puede dar batalla al español es el menor de los Schleck (cinco llegadas en alto serán las oportunidades que tendrá el luxemburgués para probarlo).
Pero los que siempre se quedan en las puertas, Menchov, Evans, Basso, también estarán ahí esperando que fallen los demás. Otro que va a estar ahí, cada tarde frente a la tele voy a ser yo, que ya me estoy frotando las manos.
Para el síndrome de abstinencia que seguirá a la final del mundial, el médico me recetó la segunda semana en los Alpes y la tercera y definitiva en los Pirineos (con dos ingestas de Tourmalet).
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