domingo, 13 de noviembre de 2011

Acoger con júbilo la dominación.

Como se ha venido observando estoy leyendo este libro viejo, viejísimo, de Félix de Azúa, que encontré tirado en la basura (es domingo, hay sol y es verdad que lo encontré como desperdicio). Se titula "El aprendizaje de la decepción", se trata de uno de esos rejuntes clásicos de artículos aparecidos en diversas publicaciones (desde un periódico hasta una revista especializada) y es de una época lejana en la que no había internet (los años ochenta). Todos los artículos poseen, sin embargo, la lucidez característica de este pensador admirable.

En la segunda parte, comenta una exposición ocurrida en el Centro Pompidou durante 1985, curada entre otros por Lyotard, bajo el titulo "Los inmateriales". Resulta muy jugoso leerla pues se encuentra sumergida en medio de aquellos debates sobre la posmodernidad. Obviamente, no la voy a reproducir en su totalidad, pero el final es bastante significativo: nos deja una reflexión del comisario, Thierry Chaput.

"Si la exposición tiene éxito (*), será porque sucite un cierto vértigo en el visitante y también un cierto júbilo. El que nace del sentimiento de que el poder no es un objetivo. El individuo posmoderno es alguien que ha sido invitado a jugar un juego del que desconoce las reglas. No sabe lo que puede ganar ni lo que puede perder, pero es necesario que navegue. "El hombre sin atributos": él mismo debe encontrar las reglas de navegación."

Azúa comenta:

"Haciendo caso omiso de ese "júbilo" que parece una obsesión de los comisarios y que en su aspecto más vertiginoso es mejor ir a buscarlo a la Procesión del Rocío, los puntos esenciales de Chaput son claros: a) no tener, como objetivo, el poder; o lo que es igual acoger con júbilo la dominación; b) jugar a un juego cuyas reglas son del otro, del dominante; c) inventar reglas, por si casualmente coinciden con los intereses del dominante y así nos deja en paz."

Esto es de 1985. ¿Es necesario agregar algo? ¿Nos suena lo de navegar? ¿De qué va sirviendo tanta "libertad" posmoderna? ¿Alguna vez fuimos tan dóciles a la dominación como ahora en que nos meten el dedo en el culo desde que nos levantamos hasta que nos acostamos y bailamos al son de la mano que lo impulsa?


(*) - Nosotros sabemos que lo tuvo y fue lo que se dice: "masivo". "Vaya por delante que el público se ha catapultado en la exposición con la misma contundencia y en número superior al célebre episodio de la Bastilla" comenta de Azúa.

martes, 8 de noviembre de 2011

Sobre la "expresión artística".

"...En un sentido moderno, "expresión" ha quedado reducido al campo anímico y en él choca con cuatro paradojas: a) no podemos saber si el artista expresa de verdad su alma; b) no podemos saber si los observadores expresan la misma experiencia o el contenido de esa experiencia en el caso de que sea la misma; c) de tratarse de una comunicación de autor a receptor, nunca sabremos cuál es y si es correcta; d) si la obra de arte expresa algo, no podemos formalizarlo de un modo estable. En síntesis: la "expresión arística" no nos dice nada seguro sobre el autor, sobre el receptor, sobre su relación o sobre la obra. Entonces ¿qué demonios expresa la expresión?

La expresión no expresa nada. Nos servimos del término para tantear, aciegas, un inexistente lenguaje capaz de decir algo sobre la obra de arte. En cambio el término "expresionismo"tiene un significado claro y estable: escuela pictórica alemana de comienzos del siglo XX, que también pudo haberse llamado "inexpresionismo" o "paroxismo" o "paradopxismo", ya que los nomres de las escuelas históricas son arbitrarios, no responden a ninguna necesidad real.

Félix de Azúa, El aprendizaje de la decepción, Editorial Pamiela, 1989, p. 72.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Dice Félix de Azúa.

...Supongamos que la comunicación no coincide en absoluto, que hemos entendido completamente al revés la literatura griega. Aunque Freud leyera Edipo Rey de la manera en que lo hizo, ¿nos permite eso deicr que Freud no entendió una sola palabra? Suponiendo que el Requiem de Mozart nos diera risa, ¿qué sería lo erróneo, Mozart, el Requiem, nosotros? Pero cuando los impresionistas asimilan la estampa japonesa o cuando Picasso utiliza formas sugeridas por las máscaras primitivas, están haciendo algo muy similar a reirse en un Requiem. Y cuando Bach rehace a Vivaldi, lo mismo. Debemos rechazar que la expresión consita en una comunicación de emisor a receptor, no porque no la haya, sino porque aun habiéndola no nos permite enjuiciar con seguridad su conetnido. Con lo que "expresión" sigue carecindo de sentido comprobable, es decir, capaz de hacernos entender.

El aprendizaje de la decepción. pp.70-71