lunes, 12 de julio de 2010

Plaça Catalunya - Plaza España: un des.plaza.miento.

Hoy es, sin ninguna duda, el día después de la gesta más importante de la historia del deporte español. Debería ser un día de asueto tácito, de celebración generalizada hasta para los que no saben cuáles son las reglas básicas del fútbol. Debería ser un día de fiesta absoluta y mayúscula, de comunión memorable entre todos los que han nacido aquí. Sin embargo, en Barcelona, la capital de Cataluña y segunda ciudad en importancia del país, fue un día como cualquier otro, un lunes más, con esa pesada incomodidad que le da el calor intenso a los lunes de verano. Se podrá discutir sobre las razones de esta apatía, se podrán argumentar todas las causas que se deseen, pero lo cierto, lo incontestable, es que la mayoría de las personas que viven aquí (por lo menos en los lugares que me tocó recorrer) no demostraban sentirse del todo partícipes del triunfo logrado ayer por la selección española de fútbol (y eso que más de la mitad de los que jugaron -Puyol, Piqué, Busquets, Capdevila, Fabregas y Xavi- son de origen catalán); esto nos lleva a preguntarnos sobre el sentimiento nacional de la gente originaria de esta tierra: Catalunya es, de iure, parte de España, pero los catalanes ¿se sienten, de facto, parte de España?

La zona destinada a los festejos deportivos en la ciudad de Barcelona -el equivalente a 18 de Julio en Montevideo, el ángel de la independencia en México o el obelisco en Buenos Aires- es la Rambla de Canaletas, a pocos metros de la Plaça Catalunya, donde acaba la parte histórica de la ciudad y comienza el ensanche. Es común, en los días de celebración, que la gente baje caminando por Paseo de Gracia o que venga eufórica en automóvil por Gran Vía o Aragó y se acerque hasta la Plaça Catalunya llenándola y haciendo imposible acercarse a la famosa fuente de Canaletas. Yo vivo en Gracia, un barrio que está en la parte más alta del Paseo de Gracia, al final del mismo. Cuando el Barça logra un nuevo título, salgo de mi casa caminando y voy hasta Plaça Catalunya (media hora de marcha). La fiesta comienza, justamente, al cruzar la puerta de mi edificio y va creciendo a medida que me aproximo al epicentro de la emoción. Ayer por la noche, Gracia no era esa fiesta usual, había alguna celebración tímida, claro, pero no era lo mismo.

El día anterior a la final del mundial, este territorio antes descrito fue ocupado por una manifestación convocada por varias organizaciones catalanas para protestar por los recortes impuestos por el Tribunal Constitucional al Estatut que daba un nuevo marco jurídico a esta comunidad autónoma. Igual que en los días de celebración, fui hasta los "Jardinets", lugar en que se encuentran Paseo de Gracia y la principal de Gracia (Gran de Gracia) y donde comenzaría la marcha para bajar hasta Gran Vía, siguiendo más o menos el mismo derrotero que hago en cada celebración deportiva. Era tanta la gente (se calcula en más de un millón de personas) que no se podía marchar, todo el recorrido, de principio a fin, ya estaba tomado por manifestantes de modo que la cabeza de la manifestación no podía avanzar. Esperé un rato y me fui hacia abajo por calles paralelas comprobando que, efectivamente, Paseo de Gracia estaba tomado por las banderas con cuatro franjas rojas sobre fondo amarillo, la Senyera, bandera catalana. Si la coincidencia de dos momentos tan importantes para la historia de España y de Catalunya (político uno, deportivo el otro, muy convocantes ambos) fue deliberada no lo sé (pensaría que sí), pero lo que es claro es que la confrontación fue evidente; el domingo el amarillo y rojo de la marcha compitió en todos los medios con el amarillo y rojo de la final del mundial.

Para el día del partido, y un poco "sobre la hora", el ayuntamiento de Barcelona autorizó la colocación de una pantalla gigante en Plaça Espanya, a los pies de Mont Juic. Estaba claro que allí se reunirían muchísimos de los simpatizantes de "la roja" que hay en la ciudad para ver el partido y el posterior festejo (así fue efectivamente). Pero también estaba claro el desplazamiento: cuando los partidos finales del Barça la misma pantalla gigante se establece en Plaça Catalunya. La alegría de España no era bienvenida en Catalunya. Este obvio corrimiento físico no hace sino evidenciar un corrimiento paralelo y menos notorio de orden psicológico, digamos: festejar por España en Barcelona no puede ser un evento central, no está bien visto, es casi "políticamente incorrecto".

Esto lo he venido confirmando durante toda la jornada de hoy. En cualquier país del mundo, las calles tendrían que estar colmadas de niños con la camiseta de España, los balcones de símbolos alusivos al título, las oficinas de borrachos resacosos llegados habiendo dormido apenas unas horas (en el mejor de los casos) y con ganas de seguir de fiesta... Nada de esto pasó, por lo menos en el camino que yo he recorrido, y me moví por la ciudad más de lo habitual. A un compañero de trabajo que vino con la camiseta española número 8, la de Xavi Hernández, yo mismo prescencié cómo le decían, medio en broma medio en serio, que se la quitara, también escuché varios comentarios de personas que se quejaban porque la noche anterior no habían podido dormir por los "ruidos molestos" generados por el fútbol (petardos, gritos, bocinas).

No voy a ser yo (que soy demasiado nuevo e ignorante aquí), ni este es el lugar, para hurgar en las causas que provocan estas circunstancias, son muy complejas y antiguas, pero sí puedo ser, como observador curioso y extranjero, un testigo que se formule ciertas preguntas. Las nociones de nacionalismo e independencia tienen, para mí, connotaciones opuestas. El nacionalismo es, siempre ha sido, una postura de derechas, un sentimiento conservador que quiere congelar y exaltar ciertos valores compartidos por un grupo humano (una tierra, una lengua, unas danzas, una literatura, una historia...) para diferenciarlo de otros, es un camino que puede ser muy peligroso y no hay que irse muy atrás en el tiempo para comprobarlo (la semana pasada, de hecho, leí algo relativo a la masacre de Srebrenica en Bosnia). La independencia, en cambio, es una palabra que, en mí al menos, tiene resonancias de izquierda; es revolucionaria, trata de provocar un cambio en un estado de situación, invertir los valores para hacer algún tipo de justicia, liberar una emoción "real" del yugo de una ley que se considera antinatural, "ficticia". En las actuales condiciones que se observan en Catalunya conviven estas dos posturas y pueden verse izquierdistas y derechistas compartiendo un modo de pensar, de ser o de querer ser (y dejando un poco en segundo plano, sospechosamente, la crisis económica brutal que atraviesa el país; cualquier manifestación por el empleo no hubiese convocado ni la décima parte de gente que la del Estatut, ni que hablar de los festejos de la selección). Situaciones como las que se viven hoy llevan realmente a la reflexión sobre lo profundo, y genuino, de estos dos sentimientos, pero lo que es incontestable es que el concepto de "nación española" no permea de igual modo en todos los territorios del país, de hecho en algunos pasa bastante mal, y debiera ser revisado; mejor dicho, está siendo interpelado constantemente, a nivel de las altas esferas políticas (de vez en cuando) y en la calle (todos los días). En la medida en que esa situación no se resuelva de algún modo, traerá complicaciones graves más tarde o más temprano, esas altas esferas políticas deberían tener mucho cuidado con sus actos o por lo menos saber exactamente hacia dónde llevan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen reporte. Comparto tus nociones de 'nacionalismo' y de 'independencia'... comparalo ahora mismo con lo que pasó en uruguay durante los festejos, un evento usado como una metáfora de los valores que se intentan poner en marcha en el país.
Quique

nicolás dijo...

a mí lo de uruguay me parece muy bueno y muy afortunado. quiero decir, llevamos varios años de un gobierno que trata de enderezar un camino y creo que esta hazaña deportiva ayuda muchísimo. pero para que pase algo así hay que tener, además de buenas intenciones, suerte, y me parece que mujica la está teniendo, estos valores son los valores del uruguay batllista de siempre, de lucha, de integración, de república, de unidad, que se perdieron con la dictadura y las crisis (anteriores y posteriores a ella). me encanta lo que pasa en uruguay. me dan muchas ganas de volver. ¿ponemos una agencia?