viernes, 22 de julio de 2011

¡Welcome to DisneylANDY!


Ayer, en el llano que hay entre Briançon, al final del descenso del Izoard, y el comienzo de la subida al Galibier, Andy Schleck (aydudado básicament por Monfort que iba fugado), que había atacado con 10 km para coronar Izoard (60 km para meta), iba aumentando sus ventajas con el pelotón (que llegaron a casi 4 minutos y media) de los favoritos del que tiraban BMCs, Euskaltels y Saxo Banks.

Algo tan difícil de ver que el relator de televisión española, Carlos de Andrés, dijo que no recordaba un ataque así, tan fuerte, a tantos quilómetros de meta y que abriera ventajas, con viento en contra y en la tercera semana del Tour, a todo un pelotón. Inmediatamente un nombre me vino a la cabeza, un nombre que estaba pensando hacía ya un rato, un nombre que el comentarista, Perico Delgado, confirmó enseguida: Floyd Landis. Rápidamente, el relator dijo que ese nombre mejor no recordarlo, el daño ya estaba hecho.

Fue, eso sí, una de esas etapas que quedarán para la historia grande del ciclismo (¡y yo que pensaba que no iba a pasar nada! qué ignorante que soy). Una etapa con un equipo realizando una gran demostración estratégica para que su líder hiciera una gigantesca y heroica demostración física. Subiendo solo dos Puertazos como el Izoard y el Galibier y abriendo las ventajas que quizás lo coronen en París. Una de esas victorias que, termine de amarillo en París o no, lo ponen en un sitio privilegiado de las leyendas ciclistas (justo ayer había estado mirando el ataque de Pantani en Galibier en el 98).

Pero no sólo pasó eso, también pasó que el chuparruedas más grande de todos los tiempos, Cadel Evans, tomó por primera vez en su vida un rol activo y se lanzó a perseguir con todo lo que tenía, realizando una de las etapas de montaña más espectaculares que se le hayan visto, recortando, él solito (porque nadie lo ayudó), las ventajas con Andy, unos segundos que le pueden valer en la contrareloj (si aguanta hoy el Alp d'Huez) su ansiado Tour. Cómo habrá sido de duro su ascenso que dejó de rueda, a ritmo, sin ningún ataque, a Contador. Siguen ahí, prendidos como una garrapata titánica, Voeckler y su sorprendente amigo Rolland. También aguantan Basso y, un poquito después, ¡Cunego!

En fin, uno de esos días que no olvidaremos, el día que fundieron a Alberto Contador.
Y hoy: Alp d'Huez, nada menos.

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