domingo, 17 de julio de 2011

Un domingo de ensueño.


Cuando era niño, mi madre hizo empapelar una de las paredes de mi cuarto con una imagen idílica de un lago en las montañas. Me dormí durante muchos años mirando aquel lago, entre picos nevados, soñando con su paz, sus aguas de deshielo, su tranquilidad sobrecogedora, su vértigo de soledad.

Creo que hoy estuve ahí.

Como si el niño hubiese despertado siendo hombre adentro de la pared, sobre una bicicleta y con las piernas doloridas después de haber pasado unas rampas del 13 %. Era el Lac des Bouillouses, en los pirineos franceses, y estaba ahí en realidad, lo sé porque ahí estaban conmigo los amigos el Club Ciclista Gracia.

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