ayer estuve en los polos, o eso me gusta creer.
al mediodía, una productora me invitó a comer a uno de los restaurantes más caros de la ciudad, en santa fe. esos lugares en los que uno piensa: "con lo que se van a gastar acá, me voy un fin de semana a visitar a mi familia a uruguay" (literalmente). comí como niño hambriento (salmón, atún, camarones, rib eye, etc.) y no quiero pensar cuántos niños hubieran comido y por cuánto tiempo con lo que yo ingerí. el director, un catalán, me preguntaba dónde podía ir de noche para estar en méxico; evidentemente, santa fe no es méxico, podíamos haber estado comiendo en nueva york, en madrid o en jakarta (supongo). esa asepsia impersonal y ominosa que tiene la riqueza en cualquier parte del mundo. en ese sentido santa fe es como un quirófano. estábamos en una novela de bret easton ellis (atención: dije easton ellis no scott fitzgerald, es importante marcar la diferencia).
por la tarde, como transición, me tocó leer en el museo mural diego rivera. sí, con el sueño de una tarde dominical en la alameda central detrás mío y al lado de héctor hernández montecinos. un momento kodak.
por la noche, después de la lectura, nos fuimos a un bar de bucareli a tomar cerveza con los poetas. los poetas hicieron un estudio de mercado sobre cuál era el lugar que vendía la cerveza más barata (caguama por supuesto) y nos instalamos en una novela de bolaño. de eso hablamos: de auxilio lacoutoure, de los infrarrealistas (o realvisceralistas, como quieran, el nombre de ficción es mejor que el real), de la muerte, o suicidio, de mario santiago, de las hermanas font, de la estrella distante. a diferencia del mediodía, no comimos nada y tomamos mucho. había una rockola y también bailamos música norteña. y hablamos mucho de viel temperley y de zurita, y de san juan de la cruz y de sor juana y de santa teresa y de la poesía mística. y bailamos música norteña muy pegados. y hablamos literatura infantil. y bailamos música norteña. y hablamos de poesía mexicana. y bailamos música norteña.
me gustan ellis y bolaño por igual (mentira, el norteamericano me aburre, recordemos que ellis no es scott fitzgerald). pero para vivir, prefiero una novela del chileno. se come menos y peor, hay menos mozos por persona (a veces ni siquiera hay y uno mismo tiene que servirse las cosas), los baños son más hediondos, la bebida te da dolor de cabeza al otro día, pero es infinitamente más divertido.
3 comentarios:
He ido a Santa Fé dos veces en mi vida. La primera, a comprar una camisa Ferrioni (marca del perrito, que creo, ya no existe), la segunda, a una junta a Pepsi Co; de miedo, guarros y seguridad por todos lados, así que con mi inexperiencia en esos lugares, definí muy bien el polo en el que estoy.
Bueno, sin bailar norteñas.
yo quiero estar en la misma novela y seguir bailando música norteña y que comamos muchas quesadillas que se lleven el dolor de cabeza al día siguiente.
sí.
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