cuando me mudé a mi actual departamento elegí, para dormir, la habitación que daba a la calle. más luz, me dije; aire, me dije. me duró una noche. al segundo día estaba durmiendo en la habitación interna que da al pozo de aire. el motivo; dormir era imposible. y eso que mi pared es lindera con la pared de un hospital. sin embargo, por la noche, música a todo volumen de los autos que ESPERAN A LOS ENFERMOOOOOOOOS y por la mañana, el claxon impaciente desde las siete. un bocinazo cada 20 o 30 segundos, es lo que pude calcular.
por motivos que no vienen a cuento, he vuelto a aquella habitación inicial por unos días. hoy, primera noche, recordé porque la había abandonado. a las cinco cuarenta y cinco am, un camión empezó a recibir los escombros de una obra vecina por medio del siguiente procedimiento: desde un sexto o séptimo piso, se dejan caer las piedras a través de un tubo metálico. es decir que el trozo de material va haciendo ruido desde que inicia su caída hasta que estalla contra el fondo del camión. esto comenzó, reitero, a las cinco cuarenta y cinco am y se prolongó hasta las siete y media, hora en que el concierto para bocina de auto ya había comenzado.
en esas casi dos horas, y mientras se revuelve en la cama, uno piensa en muchas cosas: agradece no tener armas de fuego en la casa; evalúa cuáles son los elementos contundentes de los que no le sería tan penoso desprenderse; los métodos más salvajes de tortura medieval no le son ajenos; y también elabora teorías estériles. por ejemplo:
yo nunca estuve en suiza pero, por lo que me han contado, la ciudad de méxico podría muy bien ser el opuesto de su capital. berna en diapo. allí el reino del silencio, aquí el reino del ruido. cada vez estoy más convencido de que los chilangos tienen dificultades (o ventajas) auditivas. esto no es peyorativo y está en el polo opuesto de la intención de agredir. es, simplemente, una constatación empírica: luego de toda una vida entre altos decibeles, los ruidos no los afectan tanto. nadie se queja, nunca. en un concierto alguien puede estar sentado al lado de una pareja que no para de hablar o de un hombre que recibe llamadas telefónicas como si fuera secretaria de ministro, y no dice nada. nunca nadie hace una denuncia por ruidos molestos.
esta ciudad parece, por momentos, la dictadura del otro. uno no tiene que decidir a qué hora se quiere dormir, otro decide por uno. uno no tiene que decidir a qué hora se quiere levantar, otro decide por uno. uno puede haber decidido que quiere dar un paseo por la vereda (banqueta, acera) del barrio, pero otros deciden que no, que en realidad las veredas son estacionamientos. uno puede decidir que quiere cruzar una calle cuando el semáforo se ponga en verde, pero no, otro decide cruzar en rojo con su hummer.
y sin embargo, berna en diapo es tan imprevisiblemente linda. es cierto, esta no es la ciudad que aquel famoso poeta de mixcoac (que entonces era un pueblo cercano, cuando churubusco era río) que estudiaba en san ildefonso cantaba en ese libro "pasado en claro" que yo leí hace años. es el infierno que otro poeta, uno que nació en santiago de chile y murió en barcelona, describió en tantas novelas. es el infierno más cercano al paraíso, como me dijo otro poeta de santiago, pero mucho más joven, ese que le escribió un libro a gloria trevi. por ahora, aunque a veces no pueda dormir, soy muy feliz en berna en diapo.
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