Wiggins era una incógnita. Por su desgraciada caída, había sido una incógnita sin desvelar en el Tour,. Se lo veía muy bien, con sus seis kilos menos, con sus entrenamientos en sauna para perder peso y adecuarse a el calor, con su extraño físico de corredor de pista convertido en escalador, una especie de fideo de un metro noventa. Había hecho una exclente Dauphiné, aguantando, en los puertos alpinos, la rueda de los mejores, aguantando y aguantando, sin embargo todos dudaban de él, de su rendimiento en una gran vuelta como favorito (y seguirán dudando hasta que no se termine esta). Ayer, subiendo la estación de esquí de la Covatilla, una montaña pelada donde el viento causa estragos (y hace pensar en el Ventoux), la incógnita se desveló.
El Katusha de Purito Rodríguez había hecho todo el gasto pensando en que su líder pudiera sacar nuevas ventajas que lo dejaran mejor posicionado para la crono de hoy. Pero al llegar a pie de puerto, ya practicamente no le quedaban hombres y, cuando empezaron las hostilidades serias, ni siquiera Dani Moreno aguantó junto a él (aunque al final lo recogió y protegió un poco del viento). El primero serio en probarlo fue Scarponi, Van den Broeck (muy fino) salió a su rueda. La escapada no prosperó y en el grupo cabecero apareció una figura que se fue haciendo cada vez más grande a medida que pasaban los kilómetros y él, sin pedir relevos, se marcó una cronoescalada impresionante llevando a su jefe de filas, Wiggins, hasta el momento de hacer su trabajo. Se trataba de Christopher Froome. Muchos lo intentaron, Dani Martin, Mikel Nieve, Nibali, el mismo Van den Broeck, pero la locomotora Froome no dejaba que nadie se fuera e iba haciendo estrágos en los que no andaban finos (por ejemplo, Purito Rodríguez). Al final, Wiggins prendió el motor y se fue para arriba, mirando al frente y sin exigir nada a nadie, llevando a su rueda a Mollema, Dani Martin y Nibali. Brutal, incógnita despejada: Wiggins está muy fuerte, a ver qué hace hoy en su terreno, contra el cronómetro (algo me dice que va a hacer destrozos).
Al final, Martin que se había cuidado en los últimos kilómetros dio el zarpazo y se quedó con la etapa al tiempo que Mollema se vestía de rojo (ya es el quinto líder diferente). Una etapa de lujo, quizás la mejor hasta ahora de esta vuelta, aunque vienen siendo todas buenas.
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