martes, 30 de agosto de 2011

Dice Félix de Azúa.

"Como cualquiera puede inferir, la imaginación faculta para hacer mundos (o para transformarlos, como quería Marx, en línea teórica con Baudelaire), en tanto que la memoria sólo los conserva. Ahora bien, esos mundos imaginados o transformados por la imaginación, no son utopías, no tienen lugar en la Idea. Se trata de mundos habitados porque son contemporáneos de los mundos efectivos. Sólo les falta hablar. El poeta les hace hablar, les otorga un alma. Pero los mundos no hablan como sus habitantes. Éstos, al hablar, están trabajando y ganándose la vida; piden cosas, insultan, convencen, venden, seducen, pero no hablan en sentido estricto, a menos que canten. El mundo, en cambio, cuando habla no trabaja pues no tiene ninguna vida que ganar, sólo significa, da sentido, se da a entender. La obra de un poeta, si la frase no asusta de puro ampulosa, es esa voz del mundo dándose a entender.

Igual dicen los filósofos, de la filosofía. Y es cierto; sólo que el mundo poético habla de su vida y cómo la vive, no de su necesidad. Habla de lo que hay o debería haber, y no de su coherencia. Al describirse, se define; en tanto que la filosofía define para describirse. La poesía no conoce su límite; la filosofía sólo conoce su límite y por tal razón siempre podrá dar cuenta de la poesía, siempre podrá definirla, para tribulación y burla de la gente de letras que todavía no ha aprendido a cedr todo por ganar algo."

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