martes, 30 de agosto de 2011

Dice Félix de Azúa.

Acabo de sacar de la biblioteca de la Vila de Gracia, porque es imposible conseguirlo en ningún lado, el libro de Félix de Azúa sobre Baudelaire. Me veo impelido a copiar, ya mismo, por lo menos una parte de la presentación que recién leí. Sobre todo para que me quede, porque sé que nadie la va a leer aquí, aunque alguien debería.

"...Si en 1978 todavía se podía teorizar en términos próximos a Foucault o a ciertos intelectuales transnacionales que no habían sentado su trono en la resignación, en la actualidad es arduo teorizar, porque para la vida de la teoría son precisos objetos claros y distintos. No los hay, a la vista. Los objeotos visibles, que siempre son los mismos (la ética de los individuos, la moral de las sociedades, la justicia de las naciones, las producciones de la cultura, por no hablar de los héroes y mártires) se encuentran en estado de gasificación, fusión, deformación o mineralización, o lo que es igual, carecen de definición. La parálisis que anunciaban los años setenta es peor de lo que imaginábamos, es una paralización convulsa, un baile de San Vito. La llamada "civilización occidental" es un carcamal que, desde su silla de ruedas, juega a cientos de loterías, mira todos los programas de televisión y persigue a las enfermeras a velocidad de vértigo. La verdad es que tiene cierta gracia, si no fuera porque cada giro de ruedas supone un genocidio. Pero puesta ante un ex-objeto tan poco apetecible, la teoría se vuelve sobre sí misma y el pensamiento se dedica a despensar la metafísica y analizar el origen del nihilismo. No es extraño que sólo el nombre de Heidegger diga todavía alguna cosa, o, simplemente, diga.

La primera parte, dedicada a Baudelaire, apareció en su tiempo en una colección detinada a jóvenes universitarios, con la loable intención de iniciarles en la lectura de algunos autores ejemplares. Si esa misma colección se intentara hoy de nuevo, nos moriríamos de risa. Los jóvenes uniersitarios actuales bastante tienen con no matarse el fin de semana. Sé muy bien que hay casos excepcionales, pero los editores son implacables; las cifras de ventas no admiten duda: los jóvenes universitarios no leen ni siquiera lo que les apatece. Así que la presente reedición va destinada a los jubilados, que son nuestra única arma de futuro."

Y esto era en el 91.

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