Cuando, a los pies del mítico Cauberg, Andy Schleck contaba con una escasa pero significativa ventaja sobre el grupo de los favoritos, yo pensé que la cosa estaba decidida. El luxemburgués había atacado en Keutenberg y se veía fuerte (superando la caída de su hermano y Cancellara), pero Gilbert confió en su equipo, dejó trabajar a Van den Broeck primero y a Vanendert después, manejando la ventaja de 5 a 10 segundos y haciendo gala de una sangre fría que sólo tienen los grandes. Guardando energías para lo que vendría después.
A 500 metros de la meta, Purito Rodríguez atacó con la valentía que lo caracteriza y ese fue el empuje que necesitaba el valón para prenderse a su rueda, pasar a Schleck y dejar casi parado al catalán que se hizo de en un muy honroso segundo lugar (completando un curioso palmarés de segunda posición en las tres clásicas de las árdenas). Al pasar por al lado de Schleck junto a Rodríguez, Gilbert se debe haber acordado de la Lieja-Bastón-Lieja del 2009, en la que luxemburgués le arrebató el sueño de ganar y el catalán terminó segundo.
Ayer fue uno de esos días no tan comunes en el depote en que todo se da como estaba previsto, ganó el mejor, el más fuerte, el favorito de todos. Y es que Gilbert está en un estado de forma, física y mental, excelente pero además, se mueve con la inteligencia de un campeón. El miércoles es la Flecha Valona y el domingo que viene, el gran sueño de su vida, ganar la Lieja-Bastón-Lieja, la carrera de su tierra. A mí me encantaría que así sea, pero será muy difícil.
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