viernes, 29 de abril de 2011

Dejemos de hablar de Mourinho. Hablemos de su sucesor.

Ayer vi jugar al Oporto: en sólo 45 minutos le pasó por arriba nada menos que al Villarreal. Según mi humilde opinión, este equipo no sólo ganará su liga, la copa, y la EuropaLeague (como se llama ahora la copa UEFA), sino que, si mantiene a sus jugadores, seguramente llegue a grandes cosas en la Champions del año que viene (no me sorprendería verlos en cuartos). Su entrenador, un tal André Villas-Boas, de 33 años, fue observador para Mourinho durante ocho temporadas, en el Porto primero, en el Chelsea después y finalmente en el Inter. Algo habrá sacado de él.

El equipo tiene una disciplina táctica que, por lo que vi, sólo se vulneraba por la banda izquierda, porque el lateral Álvaro Pereira sube mucho, pierde balones y las coberturas de sus compañeros en el medio campo o en la defensa no siempre llegan a tiempo. Por esa punta, tanto Nilmar como Rossi pudieron hacer mucho más daño del que hicieron (de hecho, el gol del Villareal vino por ahí).

En ofensiva, tanto el uruguayo "cebolla" Rodríguez cuanto el colombiano Guarín se incorporán con mucha fuerza y critero, pueden llegar a hacer daño con tiros de larga distancia o llegando a rematar en el área viniendo desde una segunda línea. Pero sin dudas, lo más impresionante son sus dos delanteros, el colombiano Falcao y el brasileño Hulk. El segundo tiene un físico de rugbier y desborda permanentemente recordando al Ronaldo de temporadas anteriores (cuando no jugaba para Mourinho), puede ser una pesadilla para cualquier defensa. El primero, cuya habilidad recuerdo de River argentino, ayer estaba iluminado, hizo cuatro tantos y es de los goleadores más en forma que hay en Europa actualmente.

El despliegue físico del Oporto en la segunda mitad (el primer tiempo terminó con un 0-1 a favor del Villareal), digno de la misma desconfianza que genera la presión del Barça hasta el minuto 90 (pero aquí no hablaremos de sustancias que ayudan en los entrenamientos), transformó el partido en una especie de práctica en la que el Villareal tenía el papel de un sparring vapuleado. Yo no sé qué les habrá dicho Villas-Boas a sus jugadores en el entretiempo, pero lo que haya sido, lo que sea que está haciendo con estos muchachos, hay que seguirlo con muchísima atención.

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