Lóbrega rosa que tu almizcle efluvias,
y pitonisa de epilepsias libias,
ofrendaste a Gonk-Gonk vísceras tibias,
y corazones de panteras nubias.
Para evocar los genios de las lluvias,
tragedizaste póstumas lascivias,
entre osamentas y mortuorias tibias
y cabelleras de cautivas rubias.
Sonó un trueno. A los últimos reflejos
de fuego y sangre, y en místicos sigilos,
se aplacaron los ídolos perplejos...
Picó la lluvia en crepitantes hilos,
y largamente suspiró a lo lejos
el miserere de los cocodrilos.
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