martes, 25 de enero de 2011

El espejo: Cohen-Joplin frente a Onetti-Vilariño.

Una de mis canciones preferidas de Leonard Cohen (y de todas las canciones que se han escrito en general) es "Chelsea Hotel No.2". Sin embargo, siempre me costó tragar ese verso en el que comenta, al pasar y con una expresión de vulgaridad impropia para alguien tan elegante, cómo Janis Joplin le practica sexo oral: "Giving me head on the unmade bed".

Creo que alguna vez lo escuché, o leí, disculparse por aquella imagen y decir que escribió la canción estando "enojado" con Joplin (hay que considerar que la editó cuatro años después de muerta la cantante). Es obvio que todas las parejas (estables o casuales) del mundo tienen sexo oral, y no voy a ser yo quien lo censure, pero por algún motivo esas palabras en esa canción siempre me cayeron pesadas.

Estaba leyendo hoy algunos poemas de Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009) y, al encontrarme con "El espejo", me acordé del Hotel Chelsea. Pensé que probablemente el destinatario del texto fuese Juan Carlos Onetti y me pareció una situación refleja: la de los dos escritores famosos del sur y los dos cantantes famosos del norte. Está claro que la visión de la mujer montevideana es muchísimo más refinada, y sensual, que la del hombre canadiense (aunque su poema no me produce ni la tercera parte de satisfacción que me genera la canción). Veamos y compare el lector (aquí la canción de Cohen, la púdica televisión española traduce "giving me head" como "tu cabeza entre mis piernas", cuando debería ser "mamándomela" o algo similar):

"EL ESPEJO


Dejá dejame hacer le dice
y cuando inclina
cuando va a hundir el rostro suavemente
en la dura pelambre
en la oscura maraña entreverada
sobre la piel tan pálida
ve el espejo es decir ve en el espejo
una cabeza rubia -no- dorada
el pelo blandamente recogido
en un lánguido moño como si
fueran la cara el cuello la cabeza
de alguna delicada bailarina.
El espejo mirá el espejo dijo
y arrodillada hundió por fin el rostro
y le dejó que él viera la cabeza
dorada hundiéndose en el vello negro
y su cuello doblándose
tan armoniosamente tan hermosamente
dejó que él viera absorto enamorado
ese pedazo de su amor viviendo
encerrado en el óvalo de oro."

Para terminar de completar estas visiones especulares masculino-femeninas, podríamos recordar las palabras de Onetti en reportaje con María Esther Gilio (ya en Madrid), cuando, después de haber encontrado el libro que contiene este poema ("Poemas de amor", Montevideo, 1958) y de leerle otro texto allí incluido (el archirrecontraconocido "Ya No"), la periodista le pregunta:

-¿Por qué dice Idea que nunca sabrás quién es ella?
–No sé... Yo nunca sentí que ella estuviera enamorada de mí -responde Onetti.
–No entiendo, ¿cómo que nunca estuvo enamorada? ¿Y los poemas que te escribió?
–Yo no digo que no estuvo, sino que nunca sentí que estuvo. Yo creo que lo suyo es algo muy cerebral, intelectual.
–¿Nada más?
–También cama.


(Entre paréntesis: me imagino que no hace falta agregar eso de "nunca te escuché decir te necesito, no te necesito, te necesito, no te necesito, ni ninguna de las estupideces por el estilo").

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