lunes, 6 de julio de 2009

el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo.


Las dos partes de este adagio le caben al veterano ciclista de Texas Lance Armstrong. Parecía una etapa tranquila hoy en el sur de Francia hasta que el diablo metió la cola. Mucho se había hablado de cómo el viento cruzado podía producir cortes en el pelotón. Sin embargo, la jornada se venía desarrollando con el aburrimiento clásico de las etapas de transición. Unos cuantos escapados cosechando los puntos del camino, hasta que un equipo de algún sprinter se pone a trabajar para alcanzarlos, en este caso el Columbia (de Cavendish). Lo mismo que pasó ayer y lo que pasa cada año. Pero entre bostezo y bostezo, cuando faltaban poco más de 30 kilómetros y los escapados estaban a menos de un minuto, curva a la izquierda y corte en el pelotón.

Los del Columbia tirando como si los llevara el diablo, o mejor dicho, los del Columbia llevando al diablo en la escapada. Es curioso cómo ninguno de los favoritos estuvo atento a estos movimientos tan largamente anunciados. Sólo Lance y dos compañeros del Astana (Popovych y Zubeldia) se prendieron en el grupo de punta. Mientras los periodistas españoles exigían que Armstrong se fuera para atrás y nadie colaborara en la fuga, no ocurrió ni lo uno ni lo otro: los del Astana también entraron en la escalera y abrieron una diferencia de 40 segundos que sirvió para que el estadounidense se colocara tercero en la general, a 19 segundos de Contador.

¿Qué quiere decir esto? que todos los pronósticos se fueron al demonio. Que si mañana, como se espera, el Astana gana la contrarreloj por equipos, será Armstrong y no Contador quien se vista de amarillo. Que todo el discurso de que no había otro jefe que Contador y todos lo iban a apoyar era, obviamente, falso. Que no me gustaría ser hoy Bruyneel, el técnico del equipo Astana. Que me gustaría ver las miradas que se cruzaron hoy el tejano y el madrileño. Que el Tour es enorme y Armstrong parece tener a Zeus y a Atenea de su parte.

Ah, por cierto, ganó Cavendish, otra vez: dos en dos. Si termina el Tour, cosa que no ha hecho en ninguna de sus anteriores participaciones, es difícil que alguien le arrebate la malla verde.

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