martes, 16 de junio de 2009

el concepto de la estupidez del público, sus trampas y desafíos.

recuerdo que lo que más impresionó en aquel artículo de elvio gandolfo sobre foster wallace, fue leer, por primera vez, a un escritor hablar de un modo inteligente sobre el asunto de la literatura en el contexto del mundo del entretenimiento. ese era el reto. probablemente gandolfo hubiera leído un reportaje de laura miller de marzo de 1996, sobre la publicación de su monumental novela “infinite jest”, cuando foster wallace tenía 34 años. me he permitido traducir una pregunta y su respuesta.

¿Cómo es ser un joven escritor de ficción hoy, en términos de arrancar, hacerte una carrera, ese tipo de cosas?

Personalmente, pienso que es un buen momento. Tengo amigos que no están de acuerdo. La ficción literaria y la poesía son marginadas en la actualidad. Existe una falacia en la que algunos de mis amigos caen a veces, la vieja “El público es estúpido. El público sólo quiere ir así de profundo. Pobres de nosotros, somos marginados por la televisión, la gran hipnótica bla bla bla.” Te puedes regodear en este tipo de pensamientos autocompasivos. Por supuesto es una basura. Si una forma de arte es marginada es porque no está hablando a la gente. Una razón posible es que la gente a la que le habla se ha vuelto demasiado estúpida como para apreciarla. Eso me parece un poco simplista.

Si tú, el escritor, sucumbes a la idea de que el público es demasiado estúpido, hay dos trampas. La primera es la trampa de la vanguardia, en la que tienes la idea de que estás escribiendo para otros escritores y entonces no te preocupas por volverte accesible o relevante. Te preocupas por hacer lo último de lo último en estrucura y técnica. Evolucionado de la forma correcta, haciendo las referencias intertextuales apropiadas, haciendo que parezca brillante. Sin preocuparte sobre si estás comunicando con un lector al que le importa algo de aquella sensación en el estómago que es por lo que leemos. La otra opción son las insensibles, cínicas, piezas comerciales de ficción elaboradas en base a fórmulas –esencialmente televisión llevada a la página- que manipulan al lector, que plantean cosas grotescamente simplificadas de un modo fascinantemente infantil.

Lo que es raro es que veo estos dos bandos luchando entre ellos y en realidad los dos salen de la misma idea, que es un desdén por el lector, una idea de que la actual marginación de la literatura es culpa del lector. El proyecto que vale la pena intentar es hacer algo que tenga algunas de las riquezas y desafíos y dificultad emocional e intelectual de la literatura de vanguardia, cosas que hagan que el lector se enfrente con textos que lo ignoran, pero hacerlo de un modo que sea, al mismo tiempo, placentero de leer. El lector sentirá que alguien le está hablando en vez de estar interpretando una serie de poses.

En parte tiene que ver con vivir en una época en que hay tanto entretenimiento disponible, entretenimiento genuino, y descrubrir cómo hará la ficción para tomar este territorio en una época como esta. Puedes intentar extraer lo que hace que la ficción sea mágica de un modo en que otras formas de arte y entretenimiento no lo son. Y descubrir cómo la ficción puede cautivar a un lector cuya sensibilidad ha sido formada por la cultura pop, sin convertirte en un poco de mierda más en la máquina de la cultura pop. Es increíblemente difícil y confuso y aterrador, pero está bueno. Hay tanto del entretenimiento comercial masivo que es tan bueno y tan inteligente, es algo que creo que ninguna generación ha enfrentado antes. Eso es lo que es ser un escritor hoy. Creo que es el mejor momento histórico para vivir y es probablemente la mejor época para ser un escritor. No estoy seguro de que sea el momento más fácil.

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