jueves, 11 de febrero de 2010

La primera vez que vi a Velázquez

He quedado boquiabierto. El sábado fui al Museo del Prado en Madrid y me encontré frente a Velázquez. Sí sí, ya sé, es un lugar común y no es la primera vez que tomo contacto con sus pinturas, pero sí es la primera que las veo colgadas de una pared pintadas por sus manos.

Hablando de manos, tal vez sea importante recordar que, en la época en la que este hombre concibió y llevo a cabo aquellas obras, los artistas eran unos tipos que desde muy pequeños aprendían trabajando el arte ("Virtud, disposición y habilidad para hacer algo" según la primera definición de la RAE) de sus maestros, ¿no les parece increíble? Quiero decir que para ser considerado un artista no bastaba con tirar una manguera con lucecitas rojas en el piso de un museo y llamarle torrente sanguíneo del museo. Había que tener una formación técnica, por llamarla de alguna manera.De hecho, se cuenta que este hombre nacido en Sevilla fue el mejor formado de la historia de la pintura ibérica en aquel entonces. Incluso después de haber hecho algo tan brillante (en muchos sentidos) como el "Triunfo de Baco", hizo un largo viaje a Italia para continuar su aprendizaje, copiando trabajos de maestros como Tintoretto.

Soy consciente de que es muy difícil apreciar una pintura de aquel tiempo para alguien como yo, que no entiende nada de arte y lo poquísimo que ha leído corresponde a una concepción tan diferente de aquella como un urinario difiere de una Venus. Pero yendo de turista paseandero, lo cierto es que me quedé parado frente aquellas telas con la boca cerrada pero muy muy muy abierta. Me da un poco de pudor decirlo pero me emocioné.

Para poner un punto final a esta evocación tan bonita, y como decía la divina Julia Moller, va nuestra reflexión del día de hoy. ¿Se acuerdan de un señor Walter Benjamin? Sí, el que definió aquello tan famoso del Aura de las obras de arte como "la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse" y agregó, en una nota al pie: "...no se está suponiendo nada más que la formulación del valor de culto de la obra de arte en categorías de la percepción espacio-temporal. Lejanía es lo contrario de cercanía. Lo esencialmente lejano es en sí mismo, ya, lo inacercable. De hecho, la inacercabilidad aquí descrita es una de las principales cualidades de la imagen de culto."

Boquiabierto me quedé.

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