jueves, 11 de febrero de 2010

La primera vez que vi Guernica

He quedado boquiabierto (un poco menos que con Velázquez, pero boquiabierto). El domingo fui al Reina Sofía y me encontré frente a Guernica. Todo cuanto rodea al cuadro tiende a hacernos comprender que se trata de un trabajo hecho a la antigua (formato pre-revolución burguesa, digamos) cuando los artistas no vivían de hacer lo que se les diera la gana y venderlo en exposiciones a través de sus marchantes, sino que las obras les eran encargadas con un fin particular. Pensándolo bien, Guernica podría ser considerado como la publicidad más famosa de todos los tiempos. Igual que cualquier trabajo publicitario éste tenía un cliente: el gobierno republicano español; tenía un target: la comunidad internacional que acudía a la exposición internacional de París de 1937, tenia una competencia: las fuerzas franquistas; tenía un objetivo: promover la causa republicana en la guerra civil y tenía una fecha de entrega: 25 de mayo de 1937.

Es en ese sentido que el ala que lo alberga en el Reina Sofía de Madrid está eficazmente diseñada. Permite al turista paseandero como yo sumergirse en las circunstancias de creación de la obra que Picasso destinó para este encargo. Allí están los estudios que el artista realizó con miras a la concreción del cuadro (un total de 45), están las aguafuertes "Sueño y mentira de Franco" que concibió para el mismo cliente y con el mismo fin. Hay obras de otros artistas, entre ellos Miró, que se crearon con similares objetivos. Están las fotos que su amante Dora Maar realizó, a pedido expreso de Picasso, y documentan el proceso creativo. Incluso se puede ver la maqueta del pabellón español en la exposición de París, obra del famoso arquitecto catalán Josep LLuis Sert y de Luis Lacasa, en una de cuyas paredes (de 11 por 4) la obra fue expuesta originalmente.

Si ver la obra es imponente de por sí, su sola presencia genera admiración, intuir todo el proceso creativo es lo que más me atrajo e impresionó. Imaginar a Picasso pensando qué hacer; prever el acercamiento inexorable de la fecha límite (que nunca llegó a cumplir, por otra parte), hacer bocetos sin encontrar el tema, enterarse, en París, del bombardeo de Guernica el 26 de abril, leer los detalles en L'Humanité, decidir que esa era la idea buena para ese cliente y ponerse a trabajar. Debe haber sido una primavera febril y uno se pregunta si, en medio de la locura por terminarla, al artista se le habrá pasado por la cabeza que estaba realizando el lienzo más famoso no sólo de su obra, sino de todos cuantos se hicieron, por lo menos en el siglo XX.

Después de la Exposición Internacional de París y antes del final de la guerra civil, la obra viajó a Oslo, Estocolmo, Gotemburgo, Copenhague, Londres, Leeds, Manchester y Liverpool. En España, la desgracia no se detuvo, nadie pudo evitar que Franco ganara la guerra y se perpetuara en el poder, derrotando el sueño republicano hasta nuestros días. Pero no se le podrá reprochar a Picasso el no haber logrado su objetivo, su creación dejó a todo el mundo con la boca abierta y les hizo sentir (más que ver) el horror de que su país cayera en aquellas garras, cosa que todavía sigue haciendo.

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