domingo, 24 de enero de 2010

No, me parece que no: no vale todo.


Ya sé que no importa, Fogwill (padre), mi opinión. Es altamente probable que ni siquiera llegues a conocerla. Pero lo cierto es que a mí me encantaba el "Llamado por los malos poetas" y ahora, después de ayer, no sé. Quiero decir, me sigue gustando el poema pero algo me pasó cuando vi el comercial de coca-cola light que lo tiene como protagonista. No es una opinión meditada largamente, es una primera impresión, una sensación en caliente. Me produjo cierto malestar ver el anuncio.

No es que me moleste la publicidad; me gusta la publicidad, vivo de la publicidad y la disfruto, no todo el tiempo, pero cuando es buena la disfruto, como cualquiera. En particular, me han gustado mucho varios de los comerciales de coca-cola light que, como éste, dirigió Fogwill (hijo), pero no sé, algo no me sonó bien aquí.

También me gusta mucho la coca-cola. Me parece un invento buenísimo y me encanta desde niño. Ahora prefiero la zero a la light, pero tomé light durante años. Lo que puede ser es que me parece, humildemente, que la coca-cola es la coca-cola y la poesía es la poesía y la publicidad es la publicidad y acá como que se mezcla todo y, perdón, pero no de la mejor manera, y me da la impresión que ninguna de las tres cosas sale demasiado bien parada.

Y no es que sea un fundamentalista de la poesía. Seguro que no. Quizás sea que no es un comercial que utilice el poema sino que lo transforma, toma su espíritu "poético" y lo vuelve "publicitario". Este es un poema que, en cierta forma, jugaba con una "tierna esperanza", ironizaba cándidamente y llegaba a enternecer desde ese lado, esa falsa inocencia le permitía decir lo que decía y gustar. Ahora todo eso aparece trivializado y se desnuda la demagogia del sentimiento inicial. O quizás sea la voz, que supongo que es tuya, Fogwill (padre)... Quiero decir que no me gusta como está dicho el poema, sobre todo ese final grandilocuente con la música in crescendo. No me lo imaginaba así. Y supongo que está hecho en tono de broma, pero no me gusta, qué le voy a hacer. Además, me hace acordar mucho a Benedetti y eso me resulta desagradable (claro que esto es estrictamente personal).

Ahora, eso sí, agradezco a los Fogwills (padre e hijo) y a los creativos de esa gran agencia que es Santo (admirados Wilhelm y Anselmo y todos los otros que habrá detrás de esto) porque me hicieron dar cuenta de una cosa importante. Yo antes creía que valía todo, que cualquier cosa podía ponerse en cualquier lugar y podíamos mezclar todo porque todo daba lo mismo. Y también sabía reírme de la solemnidad de los poetas, los malos y los buenos, y de los artistas con mayúscula (ojo, me siguen causando gracia). Pero no es eso, no es que crea que la poesía vaya a salvar al mundo, aunque capaz que sí, ojalá, pero en todo caso, es que me di cuenta de que no vale todo. Eso es importante. Ya sé que estas cosas, Fogwill (padre), te causarían mucha gracia si por alguna casualidad llegaras a leerlas, y pensarías que soy un voluntarista imbécil (cosa que quizás sea cierta y con la que convivo a diario), pero bueno, es una sensación que tenía que expresar.

Ojo: mañana capaz que cambio de opinión.

Por las dudas, acá va el "Lllamado por los malos poetas". Lamentablemente, ahora no puedo dejar de leerlo de otro modo, eso me da un poco de rabia.


Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.

Que en ellos viva la poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.

Que florezcan diez maos en el pantano
y en la barranca un Ele, un Juan,
un Gelman como elefante entero de cristal roto,
o un Rojas roto, mendigando
a la Reina de España.

(Ahora España
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
y Rey del reino. España es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).

Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.

A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.

Todo eso abunda: faltan los poetas,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su libro de mierda. Faltan,
sus ensayitos y sus novela en preparación.
Ah.. y los curricola,
y sus diez mil applys nos faltan.

No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos poetas. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
relecturas, incordios,
folios de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios,
tiempo perdido como todo.

Se necesitan poetas gay, poetas
lesbianas, poetas
consagrados a la cuestión del género,
poetas que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de escribir.

Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.

Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.

Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles...)

Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web...).

Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor...)

Una poesía explosiva: etarra, ética,
poéticamente equivocada.

En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan
poetas y más malos poetas:
grandes poetas celebrados pequeños,
poetas notorios, plumas iluminadas,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.

En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los flippers,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.

¿Habrá en la tropa?
¿En los balnearios, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo el sol quieto?
¿A solas con su lengua?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?

No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria lingual.

Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
Falsifiquemos el deseo:
Te necesito nene.
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de poesía que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
que me acaricies con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.

Y en medio del camino, en el comienzo
de la comedia terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.

Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.

Y arriba España es un panal
de hormigas orientales:
rumanas, tunecinos,
suecas a la sombra de un Rey.

Riámonos del Rey.
De su fealdad.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de España
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espada pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.

¡Ay, lengua:
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
suturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..!

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