sábado, 30 de enero de 2010
Con un lejano olorcito a buen salvaje en el cine repleto.
Oh, James Cameron,
viejo lobo de mar y tierra y espacio sideral
lo has hecho de nuevo. Tú,
que cuando la robótica
y la informática amenazaban el futuro
de la especie, confiaste en nosotros
los humanos,
y nos diste a John Connor para que venciera a Skynet,
que cuando el amor
se ahogaba entre los humos de Seattle
sacaste a Di Caprio del fondo de un mar congelado
con el calor de la voz de celine dion, y ahora,
que somos los hombres azote del mundo
y sus especies todas, nos traes
Pandora y sus habitantes Na'vi.
Y todo esto,
en 3d.
Sí, me armé de valor, me blindé contra las largas colas y las críticas y fui a ver Avatar. Salí del cine satisfecho. Fui esperando ver una basura aburrida y me di cuenta de que el bueno de Cameron no nos iba a hacer eso. El problema es, como siempre, pedirle peras al olmo. Avatar en 3d es un bonito espectáculo para toda la familia, con acción sin límites, paisajes de ensueño, piruetas circenses, animales exóticos, árboles mitológicos y unos seres ecologistas que ni siquiera Greenpeace se atrevería a soñar.
James, tuviste que venir tú para mostrarnos lo malos que somos y como destruiremos todo con nuestra malignidad. Hay, eso sí, un detalle que viaja del pasado y nos conquista, los Na'vi se parecen bastante, en sus costumbres de convivencia con los otros habitantes del planeta, a lo que sabemos de los mayas del período formativo y el clásico. Y si uno lee la "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", aquellas masacres se parecen bastante a estas matanzas. Claro que Fray Bartolomé de Las Casas no tenía 3d, y los mayas no tuvieron ningún avatar que los ayudara. Esas cosas siempre pasan en el cine.
viernes, 29 de enero de 2010
Toda esa basura al estilo David Copperfield.
Twitter explotó, los blogs ardieron, facebook se prendió fuego: había muerto J.D. Salinger a quien todos queríamos tanto.
J.D. Salinger, que era tan viejo y tan querido y tan lejano, que parecía que siempre iba a estar ahí.
¿Y por qué lo queríamos tanto?
Bueno, obviamente porque es uno de los escritores más importantes del siglo XX. Porque tiene esa famosa novela que todos los adolescentes deberían leer, me refiero al "Catcher in the rye". Porque tiene un cuento que, en mi humilde opinión, está entre los mejores de todos los tiempos (y muy arriba), me refiero a "Perfect day for banana fish". Porque nadie puede dejar de adorar a sus personajes, me refiero a Seymour Glass, a Buddy Glass, a Franny, a Zooey, a Holden Caulfield. Porque algo en el cariño que demostraba por los niños lo hacía enternecedor, aunque todas las noticias que llegaran de él lo describieran como un hombre atroz y salvaje. Porque parecía querer decir que el brillo que tienen los niños puede sacar lo mejor de nosotros que somos tan oscuros. Porque parecía entender eso.
Pero sobre todo, creo que lo que más nos seducía de él, lo que ponía su apellido entre las grandes grifas de la literatura universal, esas marcas que la gente utiliza en sus discursos aunque jamás haya tenido prenda suya entre las manos, como pasa con Kafka o con Rimbaud, es el enigma y el morbo. Nos encanta el misterio. ¿Por qué Kafka ordenó quemar todo? ¿Por qué Rimbaud dejó de escribir y se fue a traficar con escalvos y armas? ¿Por qué Salinger vivía escondido y era tan estricto con su vida privada? QUEREMOS SABER.
En un época en la que ser famoso es el objetivo de casi todos; una época en la que cualquier imbécil hace las estupideces más impensables con el único objetivo de salir en la tele, cuando el reconocimiento significa los millones de vistas que tiene tu video en youtube... Un personaje que tenía todas las credenciales para estar en todos los medios pero nunca lo permitió, un ser humano que protegía su privacidad a capa y espada, resulta heroico. Y es ese aspecto heroico de la vida de Salinger, lo que lo hace gigante, amable, amado. "All that David Copperfield kind of crap".
Hace unos años escribí un cuento que lo tenía como protagonista. Jugaba con su anonimato, con su famosa atracción por las jovencitas... Se llamaba “Toda esa basura al estilo David Copperfield”. Siempre pensaba en publicarlo antes de que Salinger muriera. Cada vez que me acordaba del cuento, pensaba en cuánto le quedaría al viejo de vida. Cuando me enteré ayer de lo ocurrido, mientras todos los lectores derramaban lágrimas, de un modo egoista, fue lo primero que me pasó por la cabeza: no llegué a tiempo.
De todos modos, para la literatura hacía tiempo que Salinger había muerto. Mentira, para la literatura, Salinger sigue igual de vivo que siempre, tal vez más.
J.D. Salinger, que era tan viejo y tan querido y tan lejano, que parecía que siempre iba a estar ahí.
¿Y por qué lo queríamos tanto?
Bueno, obviamente porque es uno de los escritores más importantes del siglo XX. Porque tiene esa famosa novela que todos los adolescentes deberían leer, me refiero al "Catcher in the rye". Porque tiene un cuento que, en mi humilde opinión, está entre los mejores de todos los tiempos (y muy arriba), me refiero a "Perfect day for banana fish". Porque nadie puede dejar de adorar a sus personajes, me refiero a Seymour Glass, a Buddy Glass, a Franny, a Zooey, a Holden Caulfield. Porque algo en el cariño que demostraba por los niños lo hacía enternecedor, aunque todas las noticias que llegaran de él lo describieran como un hombre atroz y salvaje. Porque parecía querer decir que el brillo que tienen los niños puede sacar lo mejor de nosotros que somos tan oscuros. Porque parecía entender eso.
Pero sobre todo, creo que lo que más nos seducía de él, lo que ponía su apellido entre las grandes grifas de la literatura universal, esas marcas que la gente utiliza en sus discursos aunque jamás haya tenido prenda suya entre las manos, como pasa con Kafka o con Rimbaud, es el enigma y el morbo. Nos encanta el misterio. ¿Por qué Kafka ordenó quemar todo? ¿Por qué Rimbaud dejó de escribir y se fue a traficar con escalvos y armas? ¿Por qué Salinger vivía escondido y era tan estricto con su vida privada? QUEREMOS SABER.
En un época en la que ser famoso es el objetivo de casi todos; una época en la que cualquier imbécil hace las estupideces más impensables con el único objetivo de salir en la tele, cuando el reconocimiento significa los millones de vistas que tiene tu video en youtube... Un personaje que tenía todas las credenciales para estar en todos los medios pero nunca lo permitió, un ser humano que protegía su privacidad a capa y espada, resulta heroico. Y es ese aspecto heroico de la vida de Salinger, lo que lo hace gigante, amable, amado. "All that David Copperfield kind of crap".
Hace unos años escribí un cuento que lo tenía como protagonista. Jugaba con su anonimato, con su famosa atracción por las jovencitas... Se llamaba “Toda esa basura al estilo David Copperfield”. Siempre pensaba en publicarlo antes de que Salinger muriera. Cada vez que me acordaba del cuento, pensaba en cuánto le quedaría al viejo de vida. Cuando me enteré ayer de lo ocurrido, mientras todos los lectores derramaban lágrimas, de un modo egoista, fue lo primero que me pasó por la cabeza: no llegué a tiempo.
De todos modos, para la literatura hacía tiempo que Salinger había muerto. Mentira, para la literatura, Salinger sigue igual de vivo que siempre, tal vez más.
jueves, 28 de enero de 2010
yeah!
Según el encargado del baño del bar-bar, este fue el diálogo que se produjo entre Salvador Cabañas y su asesino.
"¿Qué pasó Cabañas?" "¿Qué onda con los goles para que el América sea Campeón?" dijo el agresor ni bien vio entrar al goleador.
"¿Y tú quién eres?", respondió el jugador.
"El hijo de la chingada que te va a partir tu madre"
Entonces, sacó una pistola calibre 22 y le apuntó.
"Tírale, tírale si tienes muchos huevos" fue lo último que se le oyó decir al paraguayo.
"¿Qué pasó Cabañas?" "¿Qué onda con los goles para que el América sea Campeón?" dijo el agresor ni bien vio entrar al goleador.
"¿Y tú quién eres?", respondió el jugador.
"El hijo de la chingada que te va a partir tu madre"
Entonces, sacó una pistola calibre 22 y le apuntó.
"Tírale, tírale si tienes muchos huevos" fue lo último que se le oyó decir al paraguayo.
Avatares de las palabras
Hará unos tres años escribí un poema que contenía los siguientes versos:
"la lengua de lo que no se dijo abalanzándose
sobre las cosas y sus avatares."
El poema se editó en el libro "escritos a la luz de las cosas que no se ven" hace unos siete meses (con el error, mea culpa, de que el verbo "abalanzar" está con uve, tal vez porque la del avatar de las cosas tiraba demasiado fuerte para ese lado).
En aquellos tiempos, tanto los de la escritura como los de la publicación, la palabra avatar estaba de vacaciones. Ahora tiene mucho trabajo, y no le va mal.
El otro día pensaba que hoy ya no podría escribirla, el peso que tendría James Cameron en su significación sería demasiado grande, insoportable, en la estructura de cualquier texto que no quiera hacer referencia a la película. De hecho, si hubiese sabido antes de que saliera el libro que la película más taquillera de la historia tendría ese título, lo habría cambiado.
Es un poema que habla de la muerte reciente de mis abuelos. Refiere, el término "avatar", a la reencarnación. Yo pensaba en la encarnación de los muertos en sus objetos personales y en cómo la gente que se quedó con ganas de decirles algo, a veces le habla a las cosas como si lo hiciera con ellos, en un gesto francamente desesperado de dolor y pérdida.
Supongo que los diseñadores de videojuegos (que fueron quienes originalmente dieron nuevo empleo a la palabra) la tomaron de la religión hindú, para la cual representa la encarnación de los dioses en la tierra. De ahí lo habrá sacado Cameron, aunque no sé porque no he logrado juntar la energía suficiente para enfrentarme al amontonamiento humano que significa ir a ver la película.
Lo cierto es que ahora, los pocos que lean mi humilde poema no dejarán de pensar en esas criaturas azuladas con nariz de boxeador. Pero bueno, a la palabra avatar le toca trabajar, lástima que no sea para mí.
"la lengua de lo que no se dijo abalanzándose
sobre las cosas y sus avatares."
El poema se editó en el libro "escritos a la luz de las cosas que no se ven" hace unos siete meses (con el error, mea culpa, de que el verbo "abalanzar" está con uve, tal vez porque la del avatar de las cosas tiraba demasiado fuerte para ese lado).
En aquellos tiempos, tanto los de la escritura como los de la publicación, la palabra avatar estaba de vacaciones. Ahora tiene mucho trabajo, y no le va mal.
El otro día pensaba que hoy ya no podría escribirla, el peso que tendría James Cameron en su significación sería demasiado grande, insoportable, en la estructura de cualquier texto que no quiera hacer referencia a la película. De hecho, si hubiese sabido antes de que saliera el libro que la película más taquillera de la historia tendría ese título, lo habría cambiado.
Es un poema que habla de la muerte reciente de mis abuelos. Refiere, el término "avatar", a la reencarnación. Yo pensaba en la encarnación de los muertos en sus objetos personales y en cómo la gente que se quedó con ganas de decirles algo, a veces le habla a las cosas como si lo hiciera con ellos, en un gesto francamente desesperado de dolor y pérdida.
Supongo que los diseñadores de videojuegos (que fueron quienes originalmente dieron nuevo empleo a la palabra) la tomaron de la religión hindú, para la cual representa la encarnación de los dioses en la tierra. De ahí lo habrá sacado Cameron, aunque no sé porque no he logrado juntar la energía suficiente para enfrentarme al amontonamiento humano que significa ir a ver la película.
Lo cierto es que ahora, los pocos que lean mi humilde poema no dejarán de pensar en esas criaturas azuladas con nariz de boxeador. Pero bueno, a la palabra avatar le toca trabajar, lástima que no sea para mí.
miércoles, 27 de enero de 2010
Estos tipos no erran
A la vuelta de mi casa daban la última película de Woody Allen, ya en sus postreros días de cartel, y estrenaban "Un tipo serio", la más reciente creación de Ethan y Joel Cohen. Esto, la elección inevitable al ir al cine entre ver una cosa o ver otra, me hizo pensar que la única forma en que pagaría por una película de Woody Allen es si alguien me secuestra y la entrada es el rescate. Cuidado: como todo el mundo, he sido fanático, leí sus libros y su biografía, veía sus películas... perooooooo, amigo, hasta aquí llegué. Con Vicky, Cristina, Barcelona dije basta para mí.
En el otro rincón, estos chicos, también judíos y graciosos: "Burn after reading", "No country for old men", "The ladykillers", "Intolerable cruelty"... En fin, podremos discutir si una es mejor y la otra es peor, pero hijo, en todas la pasé muy bien. "A serious man" no fue la excepción. Al salir del cine no pude dejar de pensar que los Cohen se habían metido en el universo judío del que tanto rédito sacó el director neoyorquino. Y lo habían hecho de un modo que a él, ahora, le resulta muy muy lejano.
En este punto, con vuestro permiso, me gustaría establecer una comparación. Cuando un centrodelantero está haciendo goles y cada situación que el equipo le genera termina en la red, se dice que está enrrachado, in the zone dicen los gringos. Cuando la fortuna no lo acompaña, el público lo reprueba y el técnico lo conserva por su trayectoria goleadora, pero llega un momento en que hay un chico más joven que las manda a guardar, y para el técnico la cosa se le vuelve insostenible. Entonces, el goleador puede pasar una temporada como suplente y recuperar su forma, o puede irse a otro equipo y triunfar allí, pero para eso, es importante que por un tiempo vea las cosas desde afuera. Ya es tiempo de que Woody se siente en el banquillo y descanse (claro que es difícil cuando el nueve también es el dt).
Por suerte para el equipo, los Cohen están intratables y simplemente no erran.
En el otro rincón, estos chicos, también judíos y graciosos: "Burn after reading", "No country for old men", "The ladykillers", "Intolerable cruelty"... En fin, podremos discutir si una es mejor y la otra es peor, pero hijo, en todas la pasé muy bien. "A serious man" no fue la excepción. Al salir del cine no pude dejar de pensar que los Cohen se habían metido en el universo judío del que tanto rédito sacó el director neoyorquino. Y lo habían hecho de un modo que a él, ahora, le resulta muy muy lejano.
En este punto, con vuestro permiso, me gustaría establecer una comparación. Cuando un centrodelantero está haciendo goles y cada situación que el equipo le genera termina en la red, se dice que está enrrachado, in the zone dicen los gringos. Cuando la fortuna no lo acompaña, el público lo reprueba y el técnico lo conserva por su trayectoria goleadora, pero llega un momento en que hay un chico más joven que las manda a guardar, y para el técnico la cosa se le vuelve insostenible. Entonces, el goleador puede pasar una temporada como suplente y recuperar su forma, o puede irse a otro equipo y triunfar allí, pero para eso, es importante que por un tiempo vea las cosas desde afuera. Ya es tiempo de que Woody se siente en el banquillo y descanse (claro que es difícil cuando el nueve también es el dt).
Por suerte para el equipo, los Cohen están intratables y simplemente no erran.
domingo, 24 de enero de 2010
No, me parece que no: no vale todo.
Ya sé que no importa, Fogwill (padre), mi opinión. Es altamente probable que ni siquiera llegues a conocerla. Pero lo cierto es que a mí me encantaba el "Llamado por los malos poetas" y ahora, después de ayer, no sé. Quiero decir, me sigue gustando el poema pero algo me pasó cuando vi el comercial de coca-cola light que lo tiene como protagonista. No es una opinión meditada largamente, es una primera impresión, una sensación en caliente. Me produjo cierto malestar ver el anuncio.
No es que me moleste la publicidad; me gusta la publicidad, vivo de la publicidad y la disfruto, no todo el tiempo, pero cuando es buena la disfruto, como cualquiera. En particular, me han gustado mucho varios de los comerciales de coca-cola light que, como éste, dirigió Fogwill (hijo), pero no sé, algo no me sonó bien aquí.
También me gusta mucho la coca-cola. Me parece un invento buenísimo y me encanta desde niño. Ahora prefiero la zero a la light, pero tomé light durante años. Lo que puede ser es que me parece, humildemente, que la coca-cola es la coca-cola y la poesía es la poesía y la publicidad es la publicidad y acá como que se mezcla todo y, perdón, pero no de la mejor manera, y me da la impresión que ninguna de las tres cosas sale demasiado bien parada.
Y no es que sea un fundamentalista de la poesía. Seguro que no. Quizás sea que no es un comercial que utilice el poema sino que lo transforma, toma su espíritu "poético" y lo vuelve "publicitario". Este es un poema que, en cierta forma, jugaba con una "tierna esperanza", ironizaba cándidamente y llegaba a enternecer desde ese lado, esa falsa inocencia le permitía decir lo que decía y gustar. Ahora todo eso aparece trivializado y se desnuda la demagogia del sentimiento inicial. O quizás sea la voz, que supongo que es tuya, Fogwill (padre)... Quiero decir que no me gusta como está dicho el poema, sobre todo ese final grandilocuente con la música in crescendo. No me lo imaginaba así. Y supongo que está hecho en tono de broma, pero no me gusta, qué le voy a hacer. Además, me hace acordar mucho a Benedetti y eso me resulta desagradable (claro que esto es estrictamente personal).
Ahora, eso sí, agradezco a los Fogwills (padre e hijo) y a los creativos de esa gran agencia que es Santo (admirados Wilhelm y Anselmo y todos los otros que habrá detrás de esto) porque me hicieron dar cuenta de una cosa importante. Yo antes creía que valía todo, que cualquier cosa podía ponerse en cualquier lugar y podíamos mezclar todo porque todo daba lo mismo. Y también sabía reírme de la solemnidad de los poetas, los malos y los buenos, y de los artistas con mayúscula (ojo, me siguen causando gracia). Pero no es eso, no es que crea que la poesía vaya a salvar al mundo, aunque capaz que sí, ojalá, pero en todo caso, es que me di cuenta de que no vale todo. Eso es importante. Ya sé que estas cosas, Fogwill (padre), te causarían mucha gracia si por alguna casualidad llegaras a leerlas, y pensarías que soy un voluntarista imbécil (cosa que quizás sea cierta y con la que convivo a diario), pero bueno, es una sensación que tenía que expresar.
Ojo: mañana capaz que cambio de opinión.
Por las dudas, acá va el "Lllamado por los malos poetas". Lamentablemente, ahora no puedo dejar de leerlo de otro modo, eso me da un poco de rabia.
Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.
Que en ellos viva la poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.
Que florezcan diez maos en el pantano
y en la barranca un Ele, un Juan,
un Gelman como elefante entero de cristal roto,
o un Rojas roto, mendigando
a la Reina de España.
(Ahora España
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
y Rey del reino. España es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).
Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.
A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.
Todo eso abunda: faltan los poetas,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su libro de mierda. Faltan,
sus ensayitos y sus novela en preparación.
Ah.. y los curricola,
y sus diez mil applys nos faltan.
No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos poetas. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
relecturas, incordios,
folios de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios,
tiempo perdido como todo.
Se necesitan poetas gay, poetas
lesbianas, poetas
consagrados a la cuestión del género,
poetas que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de escribir.
Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.
Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.
Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles...)
Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web...).
Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor...)
Una poesía explosiva: etarra, ética,
poéticamente equivocada.
En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan
poetas y más malos poetas:
grandes poetas celebrados pequeños,
poetas notorios, plumas iluminadas,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.
En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los flippers,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.
¿Habrá en la tropa?
¿En los balnearios, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo el sol quieto?
¿A solas con su lengua?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?
No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria lingual.
Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
Falsifiquemos el deseo:
Te necesito nene.
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de poesía que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
que me acaricies con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.
Y en medio del camino, en el comienzo
de la comedia terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.
Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.
Y arriba España es un panal
de hormigas orientales:
rumanas, tunecinos,
suecas a la sombra de un Rey.
Riámonos del Rey.
De su fealdad.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de España
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espada pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.
¡Ay, lengua:
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
suturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..!
No es un domingo cualquiera
Hoy me gustaría estar en un país del otro lado del Atlántico, cuanto más cerca de la ciudad de New Orleans mejor. Pero bueno, parece que no podré ver la final de la conferencia nacional de la NFL. Es raro vivir un día tan importante para la historia del football americano sin que nadie se entere.
Estableciendo una comparación comprensible para alguien que no siga la NFL, es como si echaran a Guardiola del Barcelona y él, enojado, volviese a jugar (es decir entrase a la cancha como jugador) pero esta vez por el Real Madrid y jugara la semifinal de la champions. Algo así de grande. De hecho, el general Brett Favre, una de esas figuras mitológicas del deporte mundial, con más de 285 partidos seguidos como titular (algo increíble para un deporte de tanto contacto), es un año más viejo que el director técnico blaugrana.
Aunque es raro verlo con la camiseta de los Vikings, me gustaría que ese famoso número cuatro levantara otra vez el superbowl. Entre otras cosas porque fue al primer mariscal de campo que vi hacerlo en directo, en el superbowl XXI, contra los patriots de Bledsoe. Ay si estuviera en México...Compraría unos packs de Indio y me iría a lo de Germán a ver el partido, cuánto placer para un domingo cualquiera.
Estableciendo una comparación comprensible para alguien que no siga la NFL, es como si echaran a Guardiola del Barcelona y él, enojado, volviese a jugar (es decir entrase a la cancha como jugador) pero esta vez por el Real Madrid y jugara la semifinal de la champions. Algo así de grande. De hecho, el general Brett Favre, una de esas figuras mitológicas del deporte mundial, con más de 285 partidos seguidos como titular (algo increíble para un deporte de tanto contacto), es un año más viejo que el director técnico blaugrana.
Aunque es raro verlo con la camiseta de los Vikings, me gustaría que ese famoso número cuatro levantara otra vez el superbowl. Entre otras cosas porque fue al primer mariscal de campo que vi hacerlo en directo, en el superbowl XXI, contra los patriots de Bledsoe. Ay si estuviera en México...Compraría unos packs de Indio y me iría a lo de Germán a ver el partido, cuánto placer para un domingo cualquiera.
sábado, 23 de enero de 2010
La cinta blanca
Me gusta ver cuando un artista SE CONSAGRA, esa expresión tan común en la prensa especializada. Creo que es el caso de Michael Haneke con "La Cinta Blanca", pero no voy a hablar de ética, de culpa y de todas las cosas de las que se habla en los reportajes sobre la película, me gustaría hablar de estética.
A ver, sabemos que no es su primera obra premiada, que ya había triunfado con "Caché" y "La pianista". Es cierto que esas dos películas, por lo menos, son grandes películas. Pero lo que uno percibe al ver "La cinta blanca" es que el escritor-director tiene todos los hilos en su mano y los mueve con destreza insuperable. Todo en la cinta blanca está donde debe estar para poner al autor en esa categoría de lo SAGRADO.
Pero ingresa allí de un modo poco habitual en nuestros tiempos, y es, lisa y llanamente, con la vieja estrategia de contar un cuento. Disfrutando del placer de narrar, y escuchar, una historia. Tan preocupados estamos por las estrategias de la ficción que cuando vemos una historia nos quedamos pasmados: esto era, claro, así se hacía antes. La máxima de Propp en la morfología del cuento "Juan sale al campo y encuentra la maravilla". Eso es.
Es una historia, la de la cinta blanca, que, a pesar de que ocurre en la época en que nacieron nuestros abuelos, hace menos de un siglo, nos llega como desde un extremo muy lejano. Esto se logra por la forma en la que está contada, por la perspectiva (la hermosa fotografía en blanco y negro también ayuda). Esa perspectiva que nos acerca la historia también nos distancia, la cierra como "obra de arte" y permite verla desde el lugar de espectador; ahí está ese universo, aquí estoy yo; eso es eso y esto es esto, ahora puedo responder las preguntas que me plantea.
En ese exclusivo territorio de hacer fácil las cosas difíciles es donde Haneke enseña su maestría: el punto de vista. Si "Caché" ya es un ejercicio interesante sobre el lugar desde el cual se mira (de hecho se podría decir que es una película sobre el punto de vista), aquí es donde la perspectiva alcanza, para mí, un grado magistral. Es lo que más me impresionó: desde dónde ve Haneke las cosas; no, perdón, desde dónde nos muestra las cosas. "No hay nada que explicar. Mi principio siempre ha sido hacer preguntas, presentar situaciones muy precisas y contar una historia para que el espectador pueda buscar las respuestas por sí solo. En mi opinión, lo contrario es contraproducente... Me parece que el arte debe hacer preguntas y no avanzar respuestas que siempre me parecen sospechosas, incluso peligrosas." Ha dicho en un reportaje reciente.
Podríamos hablar largo rato sobre la sociedad alemana en la que se gestó el nazismo, sobre la educación, sobre las perversiones, sobre lo público y lo privado... Pero, es tan fácil y tan difícil contar una historia, es lo más hermoso de todo.
domingo, 10 de enero de 2010
Un sueño
Anoche soñé que estaba en un plano de Mies Van Der Rohe. Solo. Desperté confuso. En la oscuridad, trataba de ubicarme y no lograba entender qué estaba pasando. Me llevó mucho rato saber que me encontraba en mi cuarto y que me dolía mucho la garganta. Antes de eso, fluctuaba en una estructura tridimensional pero con las características cuadriculadas de un plano arquitectónico que yo sabía, íntimamente, era de Mies. Como si fuese el último hombrecito viviente en un archivo de Autocad.
El único edificio reconocible que me parece recordar es la Seagrams Tower, obra por la que siento profunda admiración. Puede que, en el sueño, yo estuviera ubicado en la explanada de Park Avenue, entre los dos estanques, y puede también, pero ya no sé, que llegase a ver, en frente, el magnífico edificio que Bunshaft hizo para Lever. Tal vez se deba a estos edificios la sensación de estar en una especie de retícula.
Esta mañana, buscando otra cosa en internet, me encontré con esta foto de la famosa casa Farnsworth. Nunca la había visto en la nieve. Es digna de un sueño. Como dijo el propio Mies: "Dios está en los detalles."
Hubiera preferido estar ahí.
El único edificio reconocible que me parece recordar es la Seagrams Tower, obra por la que siento profunda admiración. Puede que, en el sueño, yo estuviera ubicado en la explanada de Park Avenue, entre los dos estanques, y puede también, pero ya no sé, que llegase a ver, en frente, el magnífico edificio que Bunshaft hizo para Lever. Tal vez se deba a estos edificios la sensación de estar en una especie de retícula.
Esta mañana, buscando otra cosa en internet, me encontré con esta foto de la famosa casa Farnsworth. Nunca la había visto en la nieve. Es digna de un sueño. Como dijo el propio Mies: "Dios está en los detalles."
Hubiera preferido estar ahí.
jueves, 7 de enero de 2010
¿Sería pueril hablar de Babel en un mundo sin referente divino?
Como nadie debe ignorar, en el último siglo la escalada de los edificios más altos del mundo ha superado, con creces, la preocupación por la conjugación del espacio urbano y la economía. Los motivos van desde la obvia ostentación de poder hasta la publicidad (buena parte del conocimiento de una ciudad como Kuala Lumpur deriva de que allí están las torres mellizas que construyó Pelli en el 98). Desde que en 1889, la estructura metálica de cuestionable belleza del señor Eiffel arrebató el título de construcción más cercana al cielo a la pirámide de Keops, ha habido 13 cambios de liderazgo contando el que, esta semana con la inauguración de la "Burj Khalifa" de Dubai, devolvió el título a la región de oriente medio. Es decir que pasaron unos 4.500 años antes de que se diera el primer cambio de liderazgo pero, a partir de entonces, pocos son los que soportan más de una década en el lugar de privilegio (si consideramos que el Empire State lo tuvo 41 años y la Sears Tower 24, el promedio de los otros se termina reduciendo bastante). ¿Qué nos pasó? ¿Sólo tiene que ver con la posibilidad de hacerlo, es decir los avances tecnológicos?
Hablemos de poder. Lo obvio: desde que el World Building superó a la Torre Eiffel en 1890 hasta que la Sears Tower sobrepasó al World Trade Center en 1974, todos los relevos se dieron en la ciudad de Nueva York. Después de la Sears Tower de Chicago, los estadounidenses, inventores y principales promotores del "skycraper", tal vez previendo las desastrozas consecuencias de tanta soberbia, parecen haberse olvidado de este récord (tan es así que la futura “Freedom Tower”, corazón del nuevo “One World Trade Center”, se quedará bastante lejos del primer lugar).
Sigamos hablando de poder. En el principio fue la religión: las pirámides egipcias (que no eran otra cosa que centros de comunicación con la vida después de la muerte y sus dioses), las iglesias góticas, las mezquitas. Después los medios de comunicación, durante el siglo XIX la competencia de los edificios más altos se la disputaron los periódicos y estuvo escenificada principalmente en la afamada Park Row: el New York Tribune, el New York Times, el Potter Building y finalmente el World Building, también llamado Pullitzer (por Joseph Pullitzer dueño del desaparecido diario “New York World”), que arrebató el trofeo a la famosa torre de metal de París y lo perdió en seguida a manos de, precisamente, el Park Row Building. Luego las marcas: Singer, Met Life, Woolworth, Trump, Chrysler; luego las oficinas: Empire State, World Trade Center, luego las marcas: Sears, Petronas, luego las oficinas: Taipei 101. En está dinámica del poder, dentro de estos grandes edificios muchos hombres han dado su vida pero no han vivido en ellos. Esta situación parece estar cambiando.
Sigamos hablando de poder. Desde que la burguesía manda, lo público parece protagonizar (público no en el sentido de “Estatal” que se la da a la obra llamada pública, sino simplemente como opuesto a lo privado) la construcción de estas grandes obras. La demostración y conservación de un poder está más ligada a una función que a una persona y, por lo tanto, las grandes construcciones han perdido mucho de vida, de vivienda (si bien es cierto que el presidente de Estados Unidos habita la Casa Blanca, también es cierto que la Casa Blanca no es Versalles ni Buckingham Palace, ni siquiera el el Castillo de Neuschwanstein, ese romántico y anacrónico intento del magnífico Luis de Baviera). Pero, si consideramos que estamos frente a tiempos de cambio en la estructura del capitalismo, globalización, crisis profunda de las finanzas, crisis ecológica, hiperconectividad... ¿Qué nos dice la nueva joya de la corona, la Burj Khalifa?
Intento imaginar cómo serán los edificios de la era de internet y la información, una época en la que, aparentemente, ya no es necesaria una demostración física permanente y obvia de poder, sobre todo porque ya no será necesario congregar a los trabajadores en una sede y transmitirles claramente quién es el que manda (lo mismo que a la empresa de al lado y sus trabajadores). Si las comunicaciones cambian, debe cambiar lo que se comunica (no parece necesario aclarar que una de las funciones principales de la arquitectura, como de cualquier arte, es la comunicación). Entonces, ¿qué nos dice la Torre Kalifa de Dubai?
Bueno, por ejemplo, es el primero de todos los grandes edificios de los que hemos hablado que estará destinado, en buena parte, a viviendas.
Dice algo ¿no?
¿En qué idioma?
Hablemos de poder. Lo obvio: desde que el World Building superó a la Torre Eiffel en 1890 hasta que la Sears Tower sobrepasó al World Trade Center en 1974, todos los relevos se dieron en la ciudad de Nueva York. Después de la Sears Tower de Chicago, los estadounidenses, inventores y principales promotores del "skycraper", tal vez previendo las desastrozas consecuencias de tanta soberbia, parecen haberse olvidado de este récord (tan es así que la futura “Freedom Tower”, corazón del nuevo “One World Trade Center”, se quedará bastante lejos del primer lugar).
Sigamos hablando de poder. En el principio fue la religión: las pirámides egipcias (que no eran otra cosa que centros de comunicación con la vida después de la muerte y sus dioses), las iglesias góticas, las mezquitas. Después los medios de comunicación, durante el siglo XIX la competencia de los edificios más altos se la disputaron los periódicos y estuvo escenificada principalmente en la afamada Park Row: el New York Tribune, el New York Times, el Potter Building y finalmente el World Building, también llamado Pullitzer (por Joseph Pullitzer dueño del desaparecido diario “New York World”), que arrebató el trofeo a la famosa torre de metal de París y lo perdió en seguida a manos de, precisamente, el Park Row Building. Luego las marcas: Singer, Met Life, Woolworth, Trump, Chrysler; luego las oficinas: Empire State, World Trade Center, luego las marcas: Sears, Petronas, luego las oficinas: Taipei 101. En está dinámica del poder, dentro de estos grandes edificios muchos hombres han dado su vida pero no han vivido en ellos. Esta situación parece estar cambiando.
Sigamos hablando de poder. Desde que la burguesía manda, lo público parece protagonizar (público no en el sentido de “Estatal” que se la da a la obra llamada pública, sino simplemente como opuesto a lo privado) la construcción de estas grandes obras. La demostración y conservación de un poder está más ligada a una función que a una persona y, por lo tanto, las grandes construcciones han perdido mucho de vida, de vivienda (si bien es cierto que el presidente de Estados Unidos habita la Casa Blanca, también es cierto que la Casa Blanca no es Versalles ni Buckingham Palace, ni siquiera el el Castillo de Neuschwanstein, ese romántico y anacrónico intento del magnífico Luis de Baviera). Pero, si consideramos que estamos frente a tiempos de cambio en la estructura del capitalismo, globalización, crisis profunda de las finanzas, crisis ecológica, hiperconectividad... ¿Qué nos dice la nueva joya de la corona, la Burj Khalifa?
Intento imaginar cómo serán los edificios de la era de internet y la información, una época en la que, aparentemente, ya no es necesaria una demostración física permanente y obvia de poder, sobre todo porque ya no será necesario congregar a los trabajadores en una sede y transmitirles claramente quién es el que manda (lo mismo que a la empresa de al lado y sus trabajadores). Si las comunicaciones cambian, debe cambiar lo que se comunica (no parece necesario aclarar que una de las funciones principales de la arquitectura, como de cualquier arte, es la comunicación). Entonces, ¿qué nos dice la Torre Kalifa de Dubai?
Bueno, por ejemplo, es el primero de todos los grandes edificios de los que hemos hablado que estará destinado, en buena parte, a viviendas.
Dice algo ¿no?
¿En qué idioma?
sábado, 2 de enero de 2010
Nuestro hombre en El Cairo
A la salida de las pirámides de Giza todo es confusión; más si uno decide cortarse de su grupo, de sus guías y de toda esa óptica apresurada de paredes blandas. Los hombres y mujeres venidos de los cuatro puntos cardinales disparan sus cámaras como si la existencia de los monumentos dependiera de su perfil de Facebook o Flickr; los vendedores de souvenirs y papiros y ramseses y cleopatras y osiris y tutankamons y fotos en cimas de camellos hacen su agosto chapuceando el inglés o el italiano o el español o el francés con idéntica impericia; los autobuses llenos buscan su espacio o su salida; los taxistas ofrecen tours y negocian costos: Saqqara, Menfis, Cairo fatimí; 45, 50, 40, 35, 30... Yo intentaba vanamente, en inglés, obtener un precio para ir al barrio Copto, pero allí, en medio de aquella babel mercantil, estaba el apacible Mostafá, nuestro hombre en El Cairo: 50 Libras egipcias. Vámonos. A la esfinge seguía faltándole la nariz.
Camino del taxi nos dio una tarjeta con su nombre sobre la bandera de España con escudo corrido, nos aclaró, como si eso fuera una virtud, que sólo trabajaba con españoles y nos mostró su cuaderno. Al principio no hicimos caso del cuaderno, sólo queríamos que alguien nos desatara de aquel enredo, pero, ya en el auto y más tranquilos, Mostafá insistió. Descubrimos que el cuaderno, que como cualquier escrito árabe se abría por la contra tapa, contenía recomendaciones de viajeros anteriores a turistas futuros y desconocidos: "No hagáis caso a las excursiones, contratad a Mostafá..." "Mostafá es alguien en quien se puede confiar..." "Mostafá es honesto..." "Mostafá nos mostró El Cairo como nadie..." Pensé en las viejas cartas de presentación o en un salvoconducto. A la esfinge seguía faltándole la nariz.
Ya en camino, Mostafá nos ofreció, por 25 euros, un paseo que incluía el barrio Copto, la ciudad de los muertos (con una peculiar visita al panteón de la familia de Muhammad Alí), la ciudadela, el mercado de Khan Al Khalili en la noche y el regreso al hotel. Nosotros compramos, un poco gracias a los mensajes del cuaderno. Al salir de la ciudadela, con su famosa mezquita de Alabastro, Mostafá me dio su teléfono móvil. El teléfono tenía un mensaje y yo no entendía que quería aquel hombre que yo hiciera. Laura, que es mucho mejor intérprete, lo comprendió: "Quiere que le leas el mensaje".
"Feliz Navidad Mostafá.
Te llamaré cuando pueda, ahora tengo muchos problemas con el padre de mis hijos.
Te quiero mucho"
Se lo leí y le devolví el móvil. Mostafá se quedó en silencio en medio del tránsito de El Cairo, que es como el torrente furioso de un río que baja de las montañas en medio de las rocas. Mostafá no sabía leer nuestro alfabeto, no podía leer, por lo tanto, los mensajes de su cuaderno. De regreso al hotel, cuando todos estábamos ya muy cansados, Mostafá nos contó, en su precario español, que estaba casado y tenía tres hijos de 6, 4 y 2 años. También nos contó que tenía una novia española en Menorca. Faltaban 7 meses para que la volviese a ver, dijo. A la esfinge seguirá faltándole la nariz para entonces.
Los dos días siguientes, Mostafá fue nuestro guía por El Cairo y sus alrededores: el museo de antigüedades, la impresionante mezquita de Ahmad Ibn Tulun y otras mezquitas, la montaña de El Cairo, la isla de Zamalek, Saqqara, Memphis... Comimos con él en un restaurante en el que tuvo que ordenar por nosotros, la carta estaba en árabe, e incluso nos llevó a comprar cervezas a un lugar que parecía ilegal y negoció el precio con el "dealer". En nuestra última visita, a los pies de la priámide roja de Dahshur, nos tomamos una foto. Al llegar al hotel nos pidió que pusiéramos nuestro texto en su cuaderno. Me sentí honrado de recomendarlo. Ya no recuerdo lo que puse pero si van al Cairo, no duden en pedirme su teléfono. Verán muchas cosas allí, pero nadie, ni siquiera Mostafá, podrá mostrarles la nariz de la esfinge.
Camino del taxi nos dio una tarjeta con su nombre sobre la bandera de España con escudo corrido, nos aclaró, como si eso fuera una virtud, que sólo trabajaba con españoles y nos mostró su cuaderno. Al principio no hicimos caso del cuaderno, sólo queríamos que alguien nos desatara de aquel enredo, pero, ya en el auto y más tranquilos, Mostafá insistió. Descubrimos que el cuaderno, que como cualquier escrito árabe se abría por la contra tapa, contenía recomendaciones de viajeros anteriores a turistas futuros y desconocidos: "No hagáis caso a las excursiones, contratad a Mostafá..." "Mostafá es alguien en quien se puede confiar..." "Mostafá es honesto..." "Mostafá nos mostró El Cairo como nadie..." Pensé en las viejas cartas de presentación o en un salvoconducto. A la esfinge seguía faltándole la nariz.
Ya en camino, Mostafá nos ofreció, por 25 euros, un paseo que incluía el barrio Copto, la ciudad de los muertos (con una peculiar visita al panteón de la familia de Muhammad Alí), la ciudadela, el mercado de Khan Al Khalili en la noche y el regreso al hotel. Nosotros compramos, un poco gracias a los mensajes del cuaderno. Al salir de la ciudadela, con su famosa mezquita de Alabastro, Mostafá me dio su teléfono móvil. El teléfono tenía un mensaje y yo no entendía que quería aquel hombre que yo hiciera. Laura, que es mucho mejor intérprete, lo comprendió: "Quiere que le leas el mensaje".
"Feliz Navidad Mostafá.
Te llamaré cuando pueda, ahora tengo muchos problemas con el padre de mis hijos.
Te quiero mucho"
Se lo leí y le devolví el móvil. Mostafá se quedó en silencio en medio del tránsito de El Cairo, que es como el torrente furioso de un río que baja de las montañas en medio de las rocas. Mostafá no sabía leer nuestro alfabeto, no podía leer, por lo tanto, los mensajes de su cuaderno. De regreso al hotel, cuando todos estábamos ya muy cansados, Mostafá nos contó, en su precario español, que estaba casado y tenía tres hijos de 6, 4 y 2 años. También nos contó que tenía una novia española en Menorca. Faltaban 7 meses para que la volviese a ver, dijo. A la esfinge seguirá faltándole la nariz para entonces.
Los dos días siguientes, Mostafá fue nuestro guía por El Cairo y sus alrededores: el museo de antigüedades, la impresionante mezquita de Ahmad Ibn Tulun y otras mezquitas, la montaña de El Cairo, la isla de Zamalek, Saqqara, Memphis... Comimos con él en un restaurante en el que tuvo que ordenar por nosotros, la carta estaba en árabe, e incluso nos llevó a comprar cervezas a un lugar que parecía ilegal y negoció el precio con el "dealer". En nuestra última visita, a los pies de la priámide roja de Dahshur, nos tomamos una foto. Al llegar al hotel nos pidió que pusiéramos nuestro texto en su cuaderno. Me sentí honrado de recomendarlo. Ya no recuerdo lo que puse pero si van al Cairo, no duden en pedirme su teléfono. Verán muchas cosas allí, pero nadie, ni siquiera Mostafá, podrá mostrarles la nariz de la esfinge.
La navidad que pasé en Egipto siendo argentino
Llegamos a Luxor, la antigua Tebas, en la orilla oriental del Nilo, al atardecer. Yo soy de la orilla oriental del río Uruguay pero aquí, en Egipto, es muy difícil explicar ese origen. En el aeropuerto, como iba detrás de Laura, el oficial de migraciones creyó que yo también era argentino. Me pareció entender que decía "argentino" en árabe y me vi en la obligación de aclararle que era de Uruguay, más que nada por una cuestión de corrección ante la Ley. Él volvió a observar el pasaporte sin entender; "Ucrania" me dijo, "No, Uruguay", "¿Croacia?", "No, no, Uruguay"...
En adelante, y para evitar complicaciones, decidí confundirme con nuestros hermanos mayores y declarar que era argentino toda vez que se me preguntaba la nacionalidad (cosa que ocurre con bastante frecuencia en cualquier zona turística), la respuesta de todos, todos, todos era entonces invariable: una sonrisa acompañada de un apellido: Messi.
El que cargaba las maletas:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
El guía:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
El niño que vendía artesanías:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
El camarero del barco:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
Los policías que cuidaban los templos sagrados:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
Los turistas de otras nacionalidades:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
La verdad es que así da gusto ser argentino. Lo digo en serio.
En la noche buena, salimos a caminar por Asuán, en la orilla oriental del Nilo pero unos 200 kilómetros más al sur. Río arriba. Entramos a un bar que vendía cerveza (cosa no tan sencilla de encontrar como podría parecer). El joven amable que nos atendió nos preguntó: Where are you from?, Argentina, "Ah, Messi" dijo feliz. Recordé la infausta declaración de Lennon que tantos problemas acarreó a los Beatles: "Somos más famosos que Cristo". En la noche en la que se conmemora el nacimiento del Mesías, aquella máxima se aplicaba en toda su dimensión a Lionel Messi. Lo digo en serio.
Dos días más tarde, mientras esperaba para entrar al baño de un café en el mercado Khan Al Khalili de El Cairo, el niño que lo cuidaba me preguntó de dónde era y yo le dije que de Argentina. "¡Ronaldinho!", me retrucó feliz y a los gritos. No, no, le aclaré, Ronaldinho es de Brasil. "¡Ronaldinho!" repetía él, como si hubiese descubierto la cura contra el Cáncer. Que no, Ronaldinho from Brasil. "¡Ronaldinho!" insistía el niño y yo decidí no insistir. Cuando ya me iba, mientras bajaba la escalera, sentí su voz que me gritaba: "¡Ronaldinho, Argentina and Madrid!". Aún hoy no logro precisar si la doble afrenta era inocente o premeditada.
El último día de nuestra estancia, en las pirámides de Saqqara, ante las reitaradas preguntas de un hombre que llevaba un camello, le respondí que era argentino y él me dijo, como congraciándose conmigo para que le diera alguna moneda, "¡Maradona!". Desde atrás, escuché una voz surgida de la masa con la que se atiestan todas las ruinas que gritaba, con el más inconfundible acento porteño: "Si supiera que nosotros ya no lo aguantamos al Diego..."
"Si supiera que yo soy uruguayo..." le respondí.
En adelante, y para evitar complicaciones, decidí confundirme con nuestros hermanos mayores y declarar que era argentino toda vez que se me preguntaba la nacionalidad (cosa que ocurre con bastante frecuencia en cualquier zona turística), la respuesta de todos, todos, todos era entonces invariable: una sonrisa acompañada de un apellido: Messi.
El que cargaba las maletas:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
El guía:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
El niño que vendía artesanías:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
El camarero del barco:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
Los policías que cuidaban los templos sagrados:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
Los turistas de otras nacionalidades:
- Where are you from?
- Argentina.
- Messi!
La verdad es que así da gusto ser argentino. Lo digo en serio.
En la noche buena, salimos a caminar por Asuán, en la orilla oriental del Nilo pero unos 200 kilómetros más al sur. Río arriba. Entramos a un bar que vendía cerveza (cosa no tan sencilla de encontrar como podría parecer). El joven amable que nos atendió nos preguntó: Where are you from?, Argentina, "Ah, Messi" dijo feliz. Recordé la infausta declaración de Lennon que tantos problemas acarreó a los Beatles: "Somos más famosos que Cristo". En la noche en la que se conmemora el nacimiento del Mesías, aquella máxima se aplicaba en toda su dimensión a Lionel Messi. Lo digo en serio.
Dos días más tarde, mientras esperaba para entrar al baño de un café en el mercado Khan Al Khalili de El Cairo, el niño que lo cuidaba me preguntó de dónde era y yo le dije que de Argentina. "¡Ronaldinho!", me retrucó feliz y a los gritos. No, no, le aclaré, Ronaldinho es de Brasil. "¡Ronaldinho!" repetía él, como si hubiese descubierto la cura contra el Cáncer. Que no, Ronaldinho from Brasil. "¡Ronaldinho!" insistía el niño y yo decidí no insistir. Cuando ya me iba, mientras bajaba la escalera, sentí su voz que me gritaba: "¡Ronaldinho, Argentina and Madrid!". Aún hoy no logro precisar si la doble afrenta era inocente o premeditada.
El último día de nuestra estancia, en las pirámides de Saqqara, ante las reitaradas preguntas de un hombre que llevaba un camello, le respondí que era argentino y él me dijo, como congraciándose conmigo para que le diera alguna moneda, "¡Maradona!". Desde atrás, escuché una voz surgida de la masa con la que se atiestan todas las ruinas que gritaba, con el más inconfundible acento porteño: "Si supiera que nosotros ya no lo aguantamos al Diego..."
"Si supiera que yo soy uruguayo..." le respondí.
viernes, 1 de enero de 2010
No hay sólo andar, también silencio, en tu reloj,
que además ignora el caminar en círculo.
Así en su caja hay gato y hay ratón,
nacidos, se diría, el uno para el otro.
Tiemblan, escarban, yerran en qué día están,
mas sus roer, enredos y trajín constantes
apenas se aprecian en un hogar del campo,
que suele cobijar cientos de seres vivos.
Allí en la razón cada hora se borra
y los rostros etéreos de los años perdidos
se escapan -más aún si se acerca el invierno,
que llena el zaguán de cabras, gallinas, carneros.
Josep Brodsky
1963
que además ignora el caminar en círculo.
Así en su caja hay gato y hay ratón,
nacidos, se diría, el uno para el otro.
Tiemblan, escarban, yerran en qué día están,
mas sus roer, enredos y trajín constantes
apenas se aprecian en un hogar del campo,
que suele cobijar cientos de seres vivos.
Allí en la razón cada hora se borra
y los rostros etéreos de los años perdidos
se escapan -más aún si se acerca el invierno,
que llena el zaguán de cabras, gallinas, carneros.
Josep Brodsky
1963
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