el lunes pasado me tomé el día libre. cuando volví el martes a trabajar había dos jóvenes sentados en mi lugar. me enojé. vino mi jefe y me preguntó si estaba molesto y le dije que por supuesto que sí. además le dije una enorme cantidad de cosas a un volumen alto de voz, cercano al grito. me dijo que no se había dado cuenta y que lo disculpara. yo le dije que parecía un sketch de programa cómico barato, me voy un día y cuando vuelvo hay otro en mi lugar. que no era así. que sí es así, que trabajamos en comunicación y tenemos que saber que todo significa. que no fue su intención. que todo el mundo había decodificado el mensaje "correctamente". que no era el efecto buscado. bla bla bla.
en la empresa en que trabajo ahora las personas no cuentan para nada. todos los meses despiden gente como si fueran desperdicios en un plato de comida. no hay la más mínima preocupación por el ser humano. los negocios son los negocios y uno es útil en la medida en que se adapte a un funcionamiento decretado desde un lugar que nosotros no conocemos. obviamente, esto no pasa sólo en la empresa en que yo trabajo y no soy yo el que lo descubre, pero sí soy yo el que lo sufre. sin embargo, aquí por lo menos, nadie dice nada. perdimos. nos ganaron. ya está.
no hace mucho, en la empresa en la que trabajaba entonces, me hicieron la vida imposible para que renunciara, supongo que porque querían que la multinacional se ahorrara el despido. un trato que, estoy convencido, yo no merecía. pero esto es moneda corriente, lo extraño en este caso es que quienes obraron de ese modo eran mis "amigos". fueron, creo, los peores 4 meses de mi vida. terminé perdiendo un trabajo y a mis amigos. o quizás descubrí quiénes eran mis amigos y quiénes no.
ayer un gran poeta, a quien sí considero mi amigo y es de las personas más dignas que he conocido, comentaba un escrito de heidegger, la última conferencia que dio en el castillo de Wildenstein el 27 de junio de 1945, antes de la caída del nacismo, llamado: "La Pobreza". allí analiza la siguiente sentencia de Hölderlin: “Entre nosotros, todo se concentra sobre lo espiritual, nos hemos vuelto pobres para volvernos ricos”. la frase funciona en dos sentidos, pero me interesa, sobre todo en el final, el más alejado de la superficie, el opuesto: pobres de espíritu, como dijo el mesías, ricos en un sentido capitalista.
la pobreza es la falta de trascendencia. cuando algo se hace con un sentido trascendente, en la creencia de un dios, de una revolución, de un mundo mejor, todavía, aunque el acto sea siniestro, encuentra una explicación: la trascendencia. pero cuando se hace para ganar dinero, comprarse una casa más grande, un auto mejor o, peor aún, por ganar una palmada del "amito" , porque al amo, si es que existe, jamás lo conoceremos, en la espalda, entonces perdimos. como seres humanos perdimos. somos una sociedad muy muy pobre.
yo protesté mucho el otro día, y de ello todos se rieron, como si fuera un niño quejumbroso. nadie se da cuenta de que te quitan mucho más que un lugar, es decir, nadie quiere ver las cosas. mira hacia otro lado. nadie parece percibir que te ponen en un lugar de esclavo y te quitan toda dignidad y lo peor es que eso es por nada, es decir por nada trascendente, por nada que signifique algo. porque el poder se juega en estos pequeños actos pero es un poder por cacahuates.
la dignidad es algo que se perdió hace rato. la ética es algo que se perdió hace rato. amistad ¿qué es eso? lealtad es lo más fácil de comprar, cuesta cinco cacahuates. congratulations!
lo que sí hay, y de sobra, es gente que viene con cara de inocencia a decir que se equivó. pero yo me harté. los hijos de puta son hijos de puta y hay que llamarlos hijos de puta. hay que decirlo con esa claridad porque si no, no se entiende. y yo, que fui educado cristianamente, a esta altura, es decir a la altura en la que me clavaron en la cruz, no creo en eso de poner la otra mejilla.
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