el perro de un vecino se puso a ladrar con insistencia y me desperertó tres veces, antes de poderme dormir en serio. decidí cambiarme de habitación, a otra de las tantas que tiene mi palacio, para poder conciliar el sueño. sin embargo, ya me había peleado con morfeo y sabía que no me reconciliaría con él por un rato.
me puse a releer "divino tesoro", la antología de jóvenes poetas mexicanos hecha por luis felipe fabbre. la encontré mucho mejor que la primera vez que la había leído. me gustó bastante, es una muy buena antología. es un buen libro de poesía. habiéndola terminado y siendo el único libro que tenía en esa habitación, me dispuse a leer lo que más me había gustado una vez más.
pero inmediatamente empecé a sentir unos terribles golpes provenientes de la calle. era obvio que se estaban robando algo. yo supuse que sería un auto. tomé la precaución de apagar la luz delatora y me asomé a la ventana para ver. me había equivocado, se estaban robando un teléfono público, con su soporte y todo, un hombre lo sostenía y el otro le gritaba "échamelo al hombro, échamelo al hombro." y su interlocutor lo miraba como preguntándole: "¿estás seguro?" así estuvieron un rato hasta que se lo echó al hombro nomás y se fueron caminando lentamente, uno de ellos cargando un teléfono.
"hasta aquí llegamos con la posibilidad de comunicación", pensé, dejé el libro y me dispuse a dormir. a los dos minutos prendieron un horroroso motor, como de esas máquinas que despintan paredes. si nueva york es la ciudad que no duerme, méxico es la ciudad que no deja dormir.
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