jueves, 12 de mayo de 2011

Un penoso recital de poesía.

La señoras, perfumadas hasta el dolor de cabeza, que estaban adelante mío ayer en el Palau de la Música, durante la velada inaugural de Barcelona Poesia, bufaban indignadas con algunas de las performances. Yo también. Eso sí, las actuaciones que las molestaban al punto de emitir quejidos eran las que a mí me parecían interesantes y viceversa. No voy a ser yo quien se erija en juez de la corrección poetica, pero está claro que lo único que se puede lograr cuando uno introduce jamón en mal estado en un bocadillo es un disgusto.

Yo iba a ver a Arnaldo Antunes, esa es la verdad. Lamentablemente, Arnaldo Antunes era el último en el programa; de no haber sido así, me habría retirado silenciosamente después del segundo poeta que apareció en escena, un vasco cuyo nombre prefiero omitir y que espero, por la salud de la poesía en euskera, haya hecho una parodia irónica, de lo contrario me parece que los organizadores carecen de cualquier criterio estético (yo nunca había presenciado una lectura tan penosa, y eso que he participado en unas cuantas, incluyendo talleres literarios).

Las señoras iban, probablemente, a ver a un poeta castellano de traje y corbata, que nos dejó, entre otras, una imagen que no he podido olvidar "tu risa es una ducha en el infierno" (sic.), y de quién una de las señoras comentó a la otra, después de suspirar: "es un romántico" (sic.).

En fin, que salí del teatro con la clara sensación de haber perdido el tiempo y enojado con los estados (es decir todos nosotros) que otorgan mucho dinero a cualquiera para que haga cualquier cosa, porque lo de ayer fue eso: un cualquiercosario. Nunca vi un recital de poesía más lamentable.

Exactamente lo mismo que habrán pensado las señoras perfumadas.

Lo que rescato del naufragio (porque ni siquiera Arnaldo Antunes me lleno mucho el ojo) fue lo que hizo la poeta y performer estadounidense Pamela Z. Aquí algo de lo que hace.


(Aparte, y poniéndome ahora un poco en posición de juez: podremos diferir en los criterios de si la poesía que se debe auspiciar es la que escribía Antonio Machado o la que escribía Paul Celan, pero nadie podrá dudar de que, tanto uno como el otro, realizaban en su territorio una labor honesta y de calidad (a mí me gustan los dos). Al salir ayer del Palau, me sentí un poco como Kurtz en El Corazón de las Tinieblas, sólo podía articular "El horror, el horror...". No voy más a estas galas de poesía, eso téngalo usted por seguro.)

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