viernes, 13 de mayo de 2011

Swing, baby, swing.


Ayer fui a ver a Christian McBride. Se los resumo: nunca vi un bajista igual en mi vida (y eso que he visto a unos cuantos de diversas escuelas, desde Charlie Haden hasta John Patituci pasando por Toni Levin y su stick). Desde que pisó el escenario, en el breve recorrido en el que saludaba los aplausas, antes incluso de que tomara el contrabajo entre sus manos, había algo que se destacaba (más allá de su tamaño más propio de jugador de fútbol americano), algo inexplicable en la forma de caminar, de sonreir, de hablar, eso que en jazz se conoce como Swing.

Después, claro, agarra el bajo.

Juro que desde la primera nota que tocó hasta bastante tiempo después de terminado el concierto, tuve una sonrisa de idiota drogadicto en la cara. Años atrás, Fito Páez explicitó este fenómeno en una canción que tituló "Gente sin Swing", señalando a esa gente horrible que carece de eso que este originario de Filadelfia tiene para regalar: Swing.

De la banda (que por supuesto estaba a la altura de los acontecimientos), habría que destacar al vibrafonista, un tal Warren Wolf, Jr., nombre que todavía no tiene entrada en wikipedia pero que hay que recordar pues está llamado a ser uno de los grandes. ES uno de los grandes. McBride habló de que sacaría su primer disco en setiembre. Estaremos esperando. El baterista Ulysses Owens Jr. es también es digno de mención.

Hacía mucho que no veía un quinteto de jazz, me refiero al jazz ese que tiene swing y cómo lo disfrute, tendría que ocurrir más seguido. Es una gran terapia.

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