Fue uno de esos días para recordar. A las siete de la mañana me encontré con los muchachos del Club Ciclista Gracia en los Jardinets y salimos para El Vendrell. Ruta costera hasta Sitges, pasando por esas "subiditas" tan lindas del Garraf y Vallcarca que no te dejan disfrutar del todo del paisaje increíble. Desayunando en El Vendrell me enteré de que habían quitado el Crostis del recorrido, no del nuestro sino del Giro. Volviendo a Barcelona, la paz imbatible del Alt Penedès con sus viñedos, pasando por Vilafranca hasta llegar al Ordal, esa "ascensión" siempre complicada. Nos fue bien, a mi Orbea y a mí, llegamos arriba en tercer lugar. Se podría decir que excelente.
En casa a partir de las tres y después de un baño reparador, tirado en el sillón sin poder moverme: la etapa del Zoncolán, nada menos. Qué disfrute ver el ataque de Igor Antón a falta de siete kilómetros. Un ataque que nunca podré olvidar, el único que ha sido capaz de dejar de rueda a Contador. Confieso que terminé parado delante del televisor esperando verlo cruzar la meta, algo que parecía que no iba a pasar nunca, como los kilómetros.
Dicen que Zoncolán y Anglirú son los puertos más difíciles de Europa, e incluso que el de los Dolomitas es un poco peor. Casi 12 % de desnivel medio, 22% de máximo, sin ni siquiera un pequeño descanso donde recuperar un poco de fuerza. Un cartel que cruzaba la carretera decía: "Puerta del Infierno". Así debe sentirse y ahí, poco después atacó Antón. El ciclismo le debía una después de la caída del año pasado en la Vuelta a España, cuando la tenía casi en el bolsillo. Esto fue mágico, inolviable. Gracias. Así tendría que ser el ciclismo siempre.
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