lunes, 28 de julio de 2008

casas

hace ya un tiempo que venimos, con laura, promoviendo la lectura de fabián casas en méxico. obviamente, no salimos a la calle con un megáfono al estilo de los tamales oaxaqueños, pero cada vez que podemos recomendamos la lectura de su poesía. como narrador tenemos discrepancias, pero como poeta es muy bueno. tiene además una gran virtud, para toda esa gente preocupada porque la poesía "no se entiende": su accesibilidad, la aparente sencillez de su profundidad.

la semana pasada tuve la suerte de conocerlo y escucharlo leer, es decir ponerle una voz a esos poemas que sonaban con la mía. incluso cruzamos alguna palabra y pude comprobar que, además de un notable poeta, casas es un buen tipo.

el viernes, después de una maratónica, y dispar, sesión de poesía mexicana con alrededor de quince poetas en escena, leyó este poema que yo no conocía y tiene momentos excelentes.

Ezeiza

Mi primo ya no es un gigante
en el crepúsculo de esta terraza
donde estamos sentados.
Dos casa más allá,
con broches en los labios
y pañuelo azul en la cabeza
una mujer cuelga la ropa.

Desde que se fue el libretista
el color whisky del pelo de mi primo
empezó a clarear
y en alguna feria americana
los jóvenes modernos
deben estar probándose
su vieja melena, sus pantalones oxford,
los suecos que yo a veces le robaba
para mirarme en el espejo...

Príncipes violentos de los setenta
¿Qué podemos hacer por ustedes?
No se convirtieron en políticos
ni se exiliaron, ni están
con dos enes en el pecho debajo de la tierra...

Ustedes,
que se colgaron de los árboles de Gaspar Campos
y fueron a esperar el Duce a Ezeiza,
tuvieron que soportar
que el viejo no les trajera la revolución
sino la peste.

"Pero no éramos -dice mi primo-
estetas de la muerte o fanáticos del dolor.
Simplemente buscábamos Tao..."

A la gente le gusta pensar
que la vida cambia. Y muchos viven pendientes
de cosas que no le van a suceder nunca.
Ahí está la vereda cubierta de arroz
del Registro Civil; el libro donde dice:
"Antes vine como el Cordero,
ahora he vuelto como el León".
Relatos, fábulas para un pueblo construído
de agua y de fe.
La silla de mi primo está vacía.
El viento agita los árboles en la calle.
Es cierto. Todo terminó más rápido
que un día de franco.
Después pasó el tiempo,
viajamos con las tribus del norte hacia el sur.
Algunos se reprodujeron.
Otros aprendimos que el miedo
es la distancia que existe
entre el dolor y la nada.
Yo crecí y me convertí en el líder.
En cuanto al Guerrero del camino,
nunca más lo volví a ver.
Ahora él vive
sólo
en mi memoria.

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