
Hoy, cuando finalmente este Barça tan alabado tiene un reconocimiento oficial, habría que recordar que hace menos de un año se vivía el fracaso absoluto: se había perdido todo, no se le renovaba el contrato a Rijkaard y dos “históricos” como Ronaldinho y Deco dejaban el equipo. Hace poquito más de un año (el 8/5/08), Joan Laporta hacía oficial la contratación de Guardiola como técnico del Fútbol Club Barcelona. Quien esto escribe tiene en la memoria algo todavía más remoto, Guardiola al costado de la cancha en Tuxtla Gutiérrez, en sus últimos días de jugador, luego de haber marcado un gol para los Dorados de Sinaloa, esperando ansioso que el final del partido decretara el triunfo tan necesario para una permanencia que al final no se logró. De aquello hasta aquí, del Víctor Manuel Reyna a Mestalla, han pasado sólo tres años.
Pero en mucho menos tiempo, apenas unos meses, Guardiola ha concretado el que para muchos es el mejor fútbol del planeta. Un juego que deslumbra, es cierto, por la técnica individual de sus estrellas, Iniesta, Messi, Xavi, Henry, por decir algunos, pero que, sobre todo, descolla en lo colectivo. Cuando uno ve jugar al Barça y lo compara con otros equipos que también tienen muchas luminarias (el Real Madrid para no ir muy lejos) entiende que la diferencia es la cabeza que hay detrás, no sólo a nivel estratégico, también a nivel humano. La solidaridad con la que enfrenta los partidos el conjunto de Guardiola se ha visto pocas veces en equipos con este nivel, y me refiero sobre todo al perfil mediático, de jugadores.

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