viernes, 18 de marzo de 2011

Diez millas para ver un buen trovador.


Lo confieso: estoy enamorado de Manel y todo lo que diga puede estar teñido por este sentimiento.

Lo conocí hace dos años, ni bien llegado a Barcelona, y fue amor a primera vista. Ah, qué políticamente correcto, qué bienpensante, cuánta dulzura en folclórica instrumentación, qué melodías, qué voz conquistadora... ¡Cómo no caer rendido a sus pies!

Ahora este grupo barcelonés acaba de editar su segundo disco “10 Milles per veure una bona armadura”. El que me conquistó se llamaba “Els millors professors europeus” y lo compré varias veces para regalarlo a gente que me visitaba desde otros países (incluyendo España). Porque está claro que, aunque uno no entienda el catalán, podrá enamorarse, como yo, de su sonido encantador.

Sin embargo, tanto en el primero como en el segundo, es en las letras donde más brilla la armadura de esta banda. En tiempos en que la poesía ya no se preocupa tanto por encontrar historias para contarlas, "trobarlas" (de ahí, como todo el mundo sabe, el origen de la palabra trovador, "el que encuentra", tan catalana la palabra, tan provençal), es bonito escuchar alguien que las trove con buena técnica.

Creo que escribiré más sobre este disco pero, para empezar, lo mejor será ir viendo el título, cita de Shakespeare (¡ah, son tan cultos!). En la escena III del acto segundo de “Mucho ruido y pocas nueces”, estando solo en el jardín de Leonato, Benedicto se embarca en el siguiente pensamiento:

"Mucho me asombra que un hombre que se percata de las locuras de otro cuando consagra sus actos al amor pretenda, después de haberse reído de semejantes ligerezas pueriles en los demás, convertirse en tema de sus propias burlas, enamorándose. Y uno de esos hombres es Claudio. Yo le conocí cuando no había otra música para él sino la del tambor y el pífano, y ahora le suenan mejor el tamboril y la zampoña. Yo le conocí cuando hubiera andado diez millas a pie por ver una buena armadura, y ahora pasaría diez noches de claro en claro ideando el corte de un justillo nuevo. Solía hablar llano y sin rodeos, como hombre honrado y militar, y ahora se ha vuelto enrevesado; su conversación parece un banquete fantástico donde sólo se sirvieran platos exóticos."

Los muchachos de Manel manejan la ironía como corresponde a un trovador de nuestros tiempos en los que lo que importa es divertirse, sus diez canciones son diez noches de claro en claro ideando el corte de un justillo nuevo, tamboril y zampoña, su disco parece un banquete fantástico donde sólo se sirven platos exóticos, pero el título habla de las diez millas para ver la armadura. Yo, a diferencia de Benedicto y Claudio, siempre fui enamoradizo, emocional, romántico; he andado muchas más de diez millas para encontrar buenos trovadores, y andaré las que haga falta.

A continuación "Boomerang", precioso corte de difusión:

1 comentario:

Anónimo dijo...

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