Dios está jugando a los dados en mi techo
lo sé porque escucho como raspan las aristas pedazos de azotea
y el ruido que hacen las palabras en la danza del crupier
El azar quiso que fuera sábado
de noche, el azar
esa tirada de negros trazos
sobre cuadrados blancos
Siento los cubos como hielos en un vaso en la mano de Dios y sé
que no podré dormir. Mañana
misa no habrá.
¿Qué ganá Dios en esta suerte?
¿Cuál es la apuesta de este gran vecino, contra quién
y a qué juego?
¿A qué hora se terminan las tiradas?
¿Puede perder?
¿De qué están hechos los dados que dan saltos?
¿De nácar?
Tengo muchas preguntas y tú
tan sólo una: ¿Cómo sé
que Dios es el que juega en mi azotea?
Fácil: del mismo modo que lo supo Mallarmé.
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