sábado, 29 de septiembre de 2007

el infierno del arquitecto


supongamos que usted es compositor, ama la música. desde niño se ha esforzado por mejorar su técnica y nada le importa más que su arte. un buen día usted consigue que una orquesta interprete sus partituras. después otra orquesta más importante y después otra. usted está en la gloria, la gente sufre, ama, llora, ríe, se emociona con su música. se lo dicen por la calle, sus composiciones tocan a la gente, la gente se siente bien dentro de sus conciertos, es un lugar agradable para pasar el rato y hasta para vivir. es lo máximo a lo que usted podría aspirar.

sin embargo, un día lo invitan a la interpretación de una vieja partitura suya. acude encantado porque el director y los músicos son buenos y hacen prever que la velada se prodigará en goces para la obra y, por consiguiente, para su autor. el teatro es hermoso y está lleno, la noche es perfecta. todo va bien hasta que, de pronto, en un momento en que el violín debe brillar por sobre el resto de la orquesta, el solista rompe su instrumento y toca lo que usted escribió pero con el violín hecho pedazos. es un crimen, la melodía se desvirtúa hasta volverse insoportable, usted sufre. lo están casi que asesinando. aquello que usted amaba más que a sus propios hijos (aunque cuando lo escribió todavía carecía de descendencia) está siendo destruido, o peor, porque si se destruyera dejaría de molestar, ya no estaría ahí esa tortura, está siendo modificado, con la más absoluta impunidad, hasta convertirse en algo horrible.

después de aquella noche fatídica, la experiencia vuelve a repetirse cada vez que interpretan una obra suya. en algunas le arrancan teclas al piano, en otras le rompen la caña al clarinete, en otras comprimen la boquilla de la trompeta u obstruyen la lengüeta del fagot. es decir que sus obras viven, o sobreviven, como caricaturas infames de la "belleza" que usted alguna vez prefiguró. siguen siendo música, sí, pero es más bien un castigo infernal para usted que se repite cada vez que eso sucede.

pues bien, eso debe ser, creo yo, la habana para un arquitecto. eso es lo que debe pasar por la cabeza de un arquitecto que visita esa ciudad que alguna vez debe haber sido una maravilla arquitectónica con diversidad de estilos y hoy no es más que un rancherío de paredes desconchadas y capiteles en el piso.

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