miércoles, 4 de agosto de 2010

Dos respuestas de Félix de Azúa.

Félix de Azúa postea, en su altamente recomendable blog, las respuestas a unas preguntas que le envía la revista suizo alemana "ECOS". Dos de ellas, puesto a elegir, me parecen antológicas.

¿Cómo se imagina el arte del futuro?

Es imposible imaginar tal cosa, entre otras razones porque el futuro es también una figura del arte. El futuro como tiempo verbal sólo puede entenderse metafóricamente. Vivimos poéticamente cuando decimos, por ejemplo, "El año próximo me bañaré en la piscina de Lourdes", o bien, "Nos casaremos dentro de tres meses". No hay nada más allá de lo que ahora es, excepto nuestras narraciones. En ese punto creo que lo más sensato son las tesis sobre la historia de Walter Benjamin.

Quien sí parece estar en crisis es la filosofía. En las últimas décadas, los filósofos dan la impresión de haberse atrincherado en las universidades. Lejos han quedado los tiempos de un Sartre o un Camus. Fuera de las aulas, ¿cuál es, si la tiene, o debería ser la función del filósofo en la actualidad?

Tampoco estoy muy de acuerdo con la formulación de la pregunta. Hay en ella varios supuestos que me parecen difíciles de sostener. Por ejemplo: lo que sí está en crisis es la universidad, hasta el punto de haber desaparecido. Los grandes campos de aparcamiento de futuros parados que llamamos "universidades" no tienen la menor relación con aquel lugar en donde se aprendía a ser humano y que inventaron los góticos. No hay filósofos en sentido serio desde hace un siglo. El mismo Heidegger abominaba de la palabra. Hay, eso sí, "profesores de filosofía", que son los encargados de ese entretenimiento en los campos de futuros parados. Yo mismo lo he ejercido durante treinta años. Lo más notorio del pensamiento actual (en Alemania, por ejemplo, Sloterdijk y Zizek, en Italia Agamben, etc,) sólo muy indirectamente puede considerarse integrado en la universidad. Subsisten unos cuantos filósofos de estilo gótico en algunos Colleges británicos. Como todo en Inglaterra, es un admirable modelo de conservacionismo sólo comparable a los jardines de Capability Brown o a los beefeaters de Buckingham Palace. Todo lo cual demuestra que los filósofos son perfectamente inútiles para la sociedad contemporánea.

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