domingo, 27 de junio de 2010

Gnosti te autvn.

Nadie en su sano juicio puede afirmar que la selección uruguaya de fútbol está entre las ocho mejores del mundo. Sin embargo, desde ayer, ahí está. Se podrá decir que tuvo suerte en los cruces y en los partidos, pero lo cierto es que lleva tres victorias consecutivas en el mundial, seis goles a favor y sólo uno en contra y que no son muchos los equipos que pueden presumir de ello en esta copa. También es cierto que empató con la actual subcampeona del mundo, que goleó a los locales y que le ganó a México, una selección que, por tamaño de mercado, tiene que ser considerada una potencia (aunque los resultados todavía no la coloquen en esa posición).

Después del espantoso debut ante Francia, un cero a cero para mirarlo de espaldas, enojado con la forma rácana de jugar de la celeste, hice un comentario negativo en el Facebook. Un amigo que sabe bastante de fútbol me recordó algo que yo vengo pensando hace tiempo: para un país prácticamente inexistente como Uruguay, estar entre los treinta y dos equipos que disputan la fase final de la copa del mundo, ya debería ser considerado como un triunfo. A partir de ahí, lo que venga es de regalo. Así es.

Vamos a ubicarnos: Uruguay es un país del tercer mundo que apenas llega a los tres millones y medio de habitantes, con una liga local bastante mala, dominada por los intereses de una poderosa mafia de traficantes de jugadores, en la que sólo pueden verse adolescentes que prometen, viejos que están de vuelta o jugadores más rudimentarios que mediocres. Por el contrario, se trata de un equipo que, increíblemente, cuenta con un extenso palmarés en este deporte: dos copas del mundo, dos medallas de oro olímpicas, catorce Copas América... para citar sólo los triunfos a nivel de selecciones mayores. Esas glorias lo colocan en un muy selecto grupo que se puede contar con los dedos de una mano (sí, por encima de Inglaterra y Francia).

Siempre se ha objetado que todo eso pertenece al pasado y que se trata de victorias en blanco y negro (no se considera aquella semifinal ante Brasil en 1970, ni siquiera los uruguayos, grandes agrandados, la cuentan. Una semifinal que, por cierto, es mucho más de lo que un país tan poderoso como México, organizador de dos copas del mundo, ha conseguido nunca). A nivel de resultados, este excelente mundial de Sudáfrica, está poniendo un poco de color a tantos años de oscuridad para un país tan gris. ¿Cuál sería la clave para este sorprendente éxito?

Creo que la manida inscripción del templo a Apolo en Delfos podría ser una explicación: "Gnosti te autvn" (Conócete a ti mismo). Este equipo sabe cuáles son sus limitaciones y juega con ellas. Un equipo con, para mi gusto, un sólo jugador con categoría mundial (Diego Forlán), un goleador intermitente (Luis Suárez) y cinco o seis perros de presa que corren sin parar mordiendo cada pelota (de los cuales Diego "el ruso" Pérez es el mejor ejemplo sin dudas). Con estas basas, un esquema táctico tan antiguo, y avaro, como el fútbol y un volumen de juego que debe resultar soporífero para cualquiera que no esté involucrado en el partido, Uruguay disputará el viernes 90 minutos que lo pueden meter en semifinales.

Vamos a ubicarnos de nuevo: lo más lógico es que pierda ante Ghana (si tuviera que apostar, pondría mi dinero en ese resultado); por lo visto, los africanos aparecen como un equipo de fútbol mucho más poderoso en todas las líneas. Pero no olvidemos que el orden táctico puede dar grandes resultados, y si no, recordemos a la Italia del último mundial, a la Grecia de la eurocopa 2004, al Inter de Mourinho o, yendo un poquito al denostado blanco y negro, a la Uruguay del 50. De eso nos agarramos, qué le vamos a hacer, la esperanza es lo último que se pierde. Y si perdemos hasta la esperanza y nos quedamos ahí, eso ya es mucho, muchísimo, y alcanza para festejar.

domingo, 20 de junio de 2010

Morir en mundial 2.

Lo mismo podría decirse de la muerte de Monsiváis, acaecida en algún momento del excelente Camerún-Dinamarca. Aunque está claro que el mexicano no es una figura tan relevante para el mundo de las letras como el portugués, fue un cronista de gran importancia regional y levantará revuelo en las redes sociales (irónicamente, supongo que despertará muchas menos polémicas que Saramago, tal vez por su menor fama).

La única diferencia es que creo que a "Monsi", todo esto le causaría mucha gracia.

sábado, 19 de junio de 2010

Morir en mundial.

Debe haber sido en algún punto del primer tiempo del partido Alemania-Serbia, lo sé porque lo estaba siguiendo a través de elpaís.com, y en las noticias de última hora que están al costado derecho de la página, ponían que había muerto Saramago. Lo que más me impresionó no fue que este hombre dejara de existir, algo hasta cierto punto esperable dados sus ochenta y siete años, sino que había ocurrido recién, pocos minutos antes, y yo me estaba enterando como si se tratase de un gol de Serbia o la expulsión de un jugador alemán. A partir de ahí, Facebook dejó por un rato de ser el foro de comentarios del mundial para transformarse en obituario.

No voy a hablar de lo que pienso de la escritura de Saramago porque ya lo he hecho aquí antes, cuando se podía (ahora que las señoras que hacen los programas de la mañana lloran sin preocuparse por que la receta de turno les quede un poco más salada sólo se puede estar a favor o en contra de la necedad, sin saber bien qué bando es más estúpido, como si fuera, una vez más, una contienda deportiva), pero quisiera reflexionar sobre lo que significan estas muertes en tiempo real y mundial, de personas que no pertenecen al universo 2.0 (por más que el difunto haya mantenido un connotado Blog). Lo mismo ocurrió el año pasado cuando dejó de existir Mario Benedetti, otro intelectual comunista de la vieja guardia con quien tengo menos afinidad estética. Rápidamente la red se intensifica: están los que agradecen y se lamentan, están los que provocan a los que agradecen y se lamentan. En general, la principal motivación de los de la segunda categoría es discordar con lo que opine la mayoría, tanto como la causa primordial de los otros es integrarse a una masa "doliente", poco interesa en ese espacio la calidad literaria o el pensamiento de dos defensores de las dictaduras del proletariado (atención: en breve morirá García Márquez para completar esa trilogía de castristas archiconocidos).

Todo eso es lógico, claro está, y siempre debe haber sido así; supongo que la muerte de Cicerón habrá provocado cierto revuelo en el foro romano, la de Víctor Hugo habrá sido un escándalo en los cafés de París, al igual que la de Tolstoi en la corte rusa; puedo afirmar que la de Onetti lo fue en el subsuelo de la Facultad de Humanidades poque eso lo viví. Ahora bien, el nivel de estupidez al que uno se expone hoy al ocurrir estos sucesos parece superar con creces la capacidad de asombro de cualquiera. Yo, por supuesto, no he sido ajeno a tal tendencia y dejé mi inmediato comentario en Facebook cuando me enteré de la noticia. Y peor, más tarde, caí en la provocación de uno de esos poetas de Facebook que ni siquiera saben escribir bien (no en un sentido literario del término, sino en un sentido literal: ortográfico, sintáctico, semántico), a los que, sin haber leído nada, les molesta que alguien sea famoso (no descarto la envidia como gen de tal sentimiento) y todo lo que le guste a determinadas personas (o sencillamente a la mayoría) a ellos les tiene que disgustar (aunque, como dije antes, no hayan leído nada, ni del autor criticado ni de nadie). Pensando que se podía discutir dejé mi opinión para rápidamente darme cuenta de que se trataba de gente que escribe Nobel con uve (sic.), y que era imposible dialogar con una mínima porción de criterio.

José Saramago fue una persona coherente con su forma de pensar, que vivió una vida plena y satisfactoria (aunque fuera un pesimista declarado y militante) según determinados principios y por eso, supongo, "descansa en paz". Su muerte no es una gran pérdida para la literatura porque hacía tiempo que no escribía nada que fuese una pérdida no leer, debe ser una pérdida sí para sus seres queridos. A uno podrá gustar o disgustar más o menos su obra, pero no podemos dejar de lamentar que queden escritas y repercutan tantas necedades sin ton ni son (en la época del foro de Cicerón, de los cafés de Víctor Hugo o de la corte de Nicolás, las palabras se las llevaba el viento y las escuchaban dos o tres contertulios alcoholizados en mayor o menor medida). Personalmente, me entristece (aunque a veces también me hace reír) que el enriquecimiento técnico de los medios para intercambiar ideas sea proporcional a la pauperización de los sujetos de pensamiento.

Termino donde empecé: la muerte de Saramago da lo mismo que el penal que falló Podolski, exactamente lo mismo. Quizás así sea; en todo caso, son así nuestros tiempos (no me voy a poner apocalíptico -en términos de Humberto Eco- ahora), claro que a la gente de los tiempos de Saramago seguramente no le hubiese dado lo mismo. Quiero decir que con estas muertes se muere un mundo, y a mí, las muertes mundiales siempre me dan mucha pena (más tal vez que las muertes humanas).

Los dejo porque empieza Holanda contra Japón.

jueves, 17 de junio de 2010

Que nadie se mueva.

El martes va a ser un día muy conservador en Uruguay. Todo el mundo tratará de repetir ubicaciones, vestimentas y hasta gestos que hicieron ayer de noche. Que si yo lo vi contigo, o lo vi solo, o lo vi en el bar, o en el trabajo, o no lo vi... Que si tenía puesta esta o aquella camiseta, este o aquel pantalón... Que si tomé Patricia, o pilsen, o fumé cinco o seis cigarrillos.

Familias enteras intentando recordar la precisa posición que cada uno tenía en el sillón. Amigos disputándose lugares frente al televisor, compañeros de trabajo discutiendo con los jefes sobre a qué hora hacer qué cosas, profesores y alumnos debatiendo cambios de horarios.

Es que después de veinte años de no conseguir una victoria mundialista, ganar tres a cero, aunque sea contra un rival muy malo y con una fuerte dósis de fortuna, o justamente por eso, por la fortuna, nadie va a querer sentirse responsable de un retorno al lugar de siempre. Los hilos de la urdimbre en que se tejen los tapices de la gloria son demasiado delicados para los uruguayos de la segunda mitad del siglo XX.

El aire del miércoles, si pudiéramos seguir respirándolo el martes que viene, pues lo haríamos. Para mí será difícil porque estaré trabajando y el partido lo vi en un bar bastante lejano del trabajo. Así que, compatriotas, si perdemos con México, ya saben, asumo toda la responsabilidad.

sábado, 12 de junio de 2010

Los engranajes que impulsan las ruedas de la victoria no están bien engrasados.

Si hubiera tenido esta bici cuando hacía triatlón en Uruguay, hubiese ido a rueda de los Nantes sin ningún tipo de problemas (eso sí, habría necesitado un motor igual para el agua y otro para el pedestrismo).

Dios mío, lo que le faltaba al ciclismo.

miércoles, 2 de junio de 2010