sí sí, está claro, uno lee a juan l. ortiz y le dan ganas de irse a vivir al entre ríos, o por lo menos a un campo a la orilla de una corriente de agua.
asfixia lenta del anochecer
campesino.
¿de dónde nos asimos en el dulce naufragio?
¿de la estrella primera,
del fosforecer de las luciérnagas?
¿de aquel silbido,
o de este canto tímido de pájaro?
y los grillos?
si los grillos son cómplices.
oh, la alegría de la lámpara sobre la mesa puesta,
rota en una armonía de chispas sobre la vajilla,
y nevando en el lino su verdad simple como el pan ya cortado!
canto de los grillos en el anochecer
desmayado de aroma de azahar. oh, los grillos,
traducen el anhelo de la hierba despierta,
mojada, al parpadeo femenino del cielo.
lirios de la anochecida.
fantasmas puros del jardín, ya casi perdido.
ángeles del jardín, quietos entre las flores,
vueltos sobre sí mismos, sobre la íntima luz
tan pura, que ilumina como lámparas dulces,
el olvido, todavía azulado, de las flores.
(poemas del anochecer, del libro "el agua y la noche")
y yo me pregunto; nosotros, en la gran ciudad, cuando cae la noche del domingo, ¿de dónde nos asimos en el amargo naufragio?
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