el día 23 de agosto de 1941, José Lezama Lima escribe en su diario lo siguiente: "las ventanas son los rostros de nuestros antepasados abortados" (1). junto con otra breve oración, "el agua de coco hervida empolla la lechuza", son las únicas anotaciones de ese mes.
Severo Sarduy habla, en el número 200 de Vuelta (1993), del diario en términos de una práctica de escucha distraída (aludiendo a lacan) que es la única que revela, no la trama aparente, sino el tejido secreto, la armazón invisible de la escritura. sin embargo, Sarduy no parece llegar a esa verdad en su propio análisis, compara esta cita en particular con una "fórmula para un ritual yoruba o alquimia insular que ya nadie podrá elucidar." contradiciendo al reconocido crítico cubano diré que, a mi modo de ver, esta especie de aforismo no sólo posee una belleza única, exhibe, además y precisamente, una transparencia de ventanal sin cortinas.
a ver: las ventanas son los rostros de nuestros antepasados abortados. allí, en el interior de las casas que nos miran con deseo, están todas esas vidas que decidimos, o decidió alguien por nosotros, no vivir; que no somos y nunca podremos ser. de ahí el aborto.
por eso, cuando pasamos en un ómnibus por un poblado desconocido, digamos un domingo de tarde, sentimos esa extraña sensación en el estómago: esos rostros de las vidas que pudimos vivir nos avistan. la niña con la cara sucia de merengue, la madre que mira una película en televisión, el señor que escucha el final de un partido de fútbol en la radio, el adolescente que habla por teléfono con la chica de la cual está enamorado, son nuestros antepasados abortados. si escuchamos atentamente, los oiremos decir: "ven, habítame, víveme".
y la panza se vacía.
(1)-entre 1939 y 1949 José Lezama Lima redactó desde su domicilio en la calle Trocadero de La Habana, Cuba, un diario que en 1988 publicó por primera vez la biblioteca José Martí.
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