Como todo el mundo sabe, el Esperanto es una lengua creada por un oftalmólogo polaco a finales del siglo XVIII. Su objetivo era proporcionar un idioma que trascendiese las diferencias lingüísticas nacionales para convertirse en instrumento superlativo de comunicación entre pueblos (lugar que finalmente terminó ocupando, de manera bastante más espuria, el inglés, gracias sobre todo a la colonización cultural estadounidense de posguerra). Desde su nombre, el proyecto enunciaba una esperanza tan esperanzada que parecía nacida para el más comprensible de los fracasos. En su primer disco solista Mario Maeso regresa a ese campo de batalla instalándose, comme il faut, en el bando perdedor: “Café” es un intento de hermanar sin fijarse en el lugar de origen de los escuchas, ni en los idiomas o estilos de los compositores.
El disco comienza con un tema en castellano, sigue con otro en francés, el tercero abre en portugués para cerrar con un ragga en castellano, el cuarto es una preciosa versión íntima de la ochentera “Musicienne” de Gilbert Montagné... Y así continúa hasta llegar a la vieja “Me cuesta tanto olvidarte” de Mecano que Maeso transforma en la nueva “J’ai tant de mal à t’oublier”, o a una composición festiva como “El funky del bandido” que acaba en la sensual “Temptation” de Tom Waits.
Así, en varios idiomas, de un modo constante y consistente, los amigos y las citas van apareciendo a lo largo del disco (Martín Buscaglia, el "negro" Brown, Pájaro Canzani, Erik Couts, Gema 4, Tony Baby Love, etc...), y el oyente termina siendo parte de esa hermandad que, alejándonos de la maldición bíblica de Babel, nos deposita en ese sentimiento mancomunado, ese lugar común, puente de comunicación amistosa, que es la canción popular. En efecto, si un track da la tonalidad del cd, éste es “J’ai trouvé des amis” del grupo francés Tryo, que cuenta, como no podía ser de otra manera, con la participación de su autor "Guizmo" Célestin. En el estribillo trasunta algo que tal vez sea la piedra de toque del estilo de Maeso: “He encontrado amigos, les he dado un poco de mi alma y un poco de mi vida, si supieras todo lo que les he robado...” (*) Y es que Mario Maeso trabaja como una especie de Robin Hood melódico, o, para ser más cercanos al origen del artista, un “Chueco” Maciel que va robándole a todos para repartirlo entre los pobres, es decir nosotros.
Con estos ingredientes en el pocillo, con ese ejército de aliados a su costado, con ese obrar milagroso que posee el pop y con una sonrisa (tal vez el rasgo más característico de su forma de cantar), el autor logra, dentro del espacio del disco, en sus 13 canciones, durante sus 53 minutos, ganar la batalla que perdió aquel oftalmólogo polaco de nombre Ludwik Lejzer Zamenhof.
Por todas estas razones, si usted tiene que trabajar en un lugar en el que no lo entienden (o ni siquiera tiene trabajo), si vive a golpes con la masa incomprensiva e incomprensible de la gran ciudad, si apenas lo dejan decir que es quien es, le aconsejo que, después de la comida, se pida una taza de este café.
Para terminar, un detalle no menor: el disco está dedicado al gran Horacio "corto" Buscaglia, loado sea.
(*) La traducción es mía y es libérrima.